La muerte de dos adolescentes asesinados en un fuego cruzado en la zona montañosa de Amatlán, Veracruz, ha generado emociones encontradas.
El dolor resonaba alrededor de una humilde casa de chapas y tablones de madera, donde dos ataúdes blancos yacían adornados con velas y flores, y decenas de personas lloraban su pérdida. Fuera, la furia reinaba mientras los manifestantes exigían justicia.
Los primos Jonathan, de 13 años, y Eduardo, de 14, fueron capturados en un tiroteo entre policías estatales y presuntos miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) el 2 de julio.
Los residentes ocuparon la carretera Córdoba-Cuichapa, que fue cerrada al tráfico. El sábado, el bloqueo se extendió a un cruce que conecta la carretera con la autopista Puebla-Veracruz.
Jonathan recibió tres disparos y Eduardo dos, según confirmaron sus familiares. Los adolescentes habían caminado unas cuadras desde su casa para lavar una camioneta y ganar algo de dinero.
Antes de salir de casa, sus madres les habían felicitado por sus notas de bachillerato. Eran de los que estudian… les dijimos que lo habían hecho bien y se emocionaron, dijo la madre de Jonathon.
No se merecían que los mataran así… todo por unos pocos pesos, añadió.
El gobernador del estado, Cuitláhuac García Jiménez, confirmó que los primos eran transeúntes inocentes. Desgraciadamente fue en una zona poblada, fue en las inmediaciones de la plaza central (…) había camionetas con gente armada, que se enfrentó a los funcionarios estatales y se inició un ataque. Lamentablemente murieron dos jóvenes que no tenían nada que ver, dijo.