Mientras los murmullos del día se desvanecen sobre las curvas coloniales de la turística ciudad de Guanajuato, la luna se eleva para desafiar el mando del sol y un grupo de desconocidos vestidos de oscuro prepara su invasión nocturna: las bohemias estudiantinas emergen de las sombras, guitarra en mano, dispuestas a enfrentarse a la noche.
Estos músicos ambulantes, vestidos con orgullo con un atuendo regio que recuerda el Renacimiento europeo, han merodeado, punteado y cantado por los callejones de Guanajuato durante casi seis décadas. Armados sólo con instrumentos acústicos de cuerda y la fuerza de sus pulmones, entonan baladas que narran historias de generaciones pasadas.
Forman parte del tejido de la ciudad y revelan gran parte de su historia oculta.
En las calles que rodean la grandeza del Teatro Juárez de Guanajuato, son difíciles de perder. Deambulan de callejón en callejón, con calzones hasta las rodillas, mallas que llegan hasta la cintura, camisas de encaje con volantes y túnicas oscuras bordadas en oro.
Lo que comenzó en la Iberia del siglo XIII como una forma de que los estudiantes ganaran dinero o algo para comer, fue recuperado como atracción turística por la Universidad de Guanajuato en 1963.
Los recorridos que realizan, o callejoneadas, llevan a decenas de personas a un vals musical por algunas de las zonas más antiguas de la ciudad. La comedia ocupa un lugar destacado en la actuación: el público se une a la música, y los más entusiastas son engatusados para que representen algunas de las famosas fábulas de la ciudad.
No es raro que los novios los contraten para que recorran con el cortejo nupcial y los invitados el centro de la ciudad.
La mayoría de las excursiones culminan en el Callejón del Beso, un lugar de tragedia shakesperiana donde, según la leyenda local, la noble Ana se enamoró del humilde minero Carlos. El callejón es tan estrecho que la relación prohibida de la pareja pudo florecer desde ventanas opuestas. Desgraciadamente, el romance se truncó cuando el obsesivo padre de Ana mostró su desaprobación, encontrando su corazón con una daga.
Armando Cordero, de 26 años, llegó a Guanajuato para estudiar relaciones industriales. Lleva más de siete años siendo un orgulloso miembro del grupo Imperial Estudiantina y dice que la tradición creció orgánicamente por necesidad.
La tradición estudiantina nació de estudiantes de escasos recursos, dijo. Guanajuato es una ciudad de estudiantes, y hay muchos que llegan aquí que no tienen para pagar la universidad. Ese fue mi caso, así que me hice estudiantina para pagarla.
Es una forma de vida. Me enseñó a sentirme vivo, a hablar con el público, a manejar a la gente, a salir de fiesta y a conocer chicas, explica con una sonrisa.
Al ver por primera vez una estudiantina, el visitante casual podría frotarse los ojos y preguntarse cómo se ha transportado sin saberlo a la España medieval.
Esta ciudad es conocida como una mini-Europa; la mayor parte de la arquitectura fue copiada de Europa, dijo el guía turístico local Enrique Zavala Chávez, de 23 años.
Desde las escaleras del edificio de la Alhóndiga de Granaditas, un granero del siglo XIX donde se libró una de las primeras batallas por la independencia de México, el alfarero Gregorio Mayorga, de 49 años, habló con orgullo de las raíces europeas de la ciudad.
[Los españoles] nos conquistaron, y el 90% de sus costumbres fueron asimiladas. Hubo españoles muy buenos… la historia nos habla de muchos españoles que ayudaron en la lucha por la independencia, dijo.
El tañido de las campanas de las iglesias, las plazas palaciegas y las calles empedradas evocan una intensa nostalgia. Pero Guanajuato no sólo rememora sus días de abundante gloria. Las estudiantinas son un ejemplo de cómo la ciudad fantasea con un mundo medieval, un mundo que nunca llegó a conocer.
Resulta que esos sueños se remontan a los mismos hombres que la fundaron.
La Edad Media ya había terminado antes de que Hernán Cortés plantara su bandera en el mundo azteca, pero parece que nadie se lo había dicho a los conquistadores, que, al parecer, seguían en un estado de ánimo nostálgico, soñando con ocupar una silla en la Mesa Redonda del Rey Arturo. Cantando el himno artúrico y alimentados por sus relatos de valor, que tanto influyeron en la literatura española de la época, ellos también estaban en una cruzada, en busca de un santo grial.
En Guanajuato, donde fluía la plata, creían haberla encontrado. Nacida del colonialismo, la nueva ciudad se levantó al servicio del insaciable deseo de minerales de la Corona española, y los conquistadores se dejaron llevar por los ideales de heroísmo y las mitologías infantiles de caballeros, dragones y joyas que inspiraron su descubrimiento y fundación.
El sueño medieval de Guanajuato no sólo habita en el mundo ficticio, sino también en el físico. Uno podría dejarse engañar por el extravagante castillo que se alza orgulloso en una colina. Aunque está preparado de forma convincente para una invasión árabe, sus cañones aún no se han desplegado: el Hotel Santa Cecilia, que en realidad se construyó en la década de 1950 en la propiedad de una antigua hacienda minera, domina con nostalgia la ciudad, sin duda anhelando cumplir con sus deberes militares.
Y cada octubre, la ciudad revive un mundo más familiar para aquellos conquistadores con motivo del festival artístico Cervantino. Esta fiesta cultural de tres semanas combina ópera, música, danza, teatro, espectáculos callejeros, artes visuales, cine y literatura, todo ello en nombre de la ficción medieval. El festival ha acogido a algunos estimados invitados en busca de esa fantasía: La reina Isabel y el difunto príncipe Felipe de Inglaterra se dejaron caer por allí, al igual que los reyes Juan Carlos y Sofía de España.
El Cervantino se inspiró en Miguel de Cervantes, el gran literato español del siglo XVI cuya obra maestra Don Quijote se publicó en 1605. El propio Cervantes murió en 1616, más de 60 años antes de que se fundara la ciudad de Guanajuato tal y como la conocemos hoy, en 1679, y más de un siglo antes de que llegara su auge minero en el siglo XVIII.
En una alegoría casi perfecta del proyecto imperial español, el protagonista del Quijote pierde el sentido común. Cegado por los ideales románticos de la caballería y el caballerismo, se sitúa como el héroe central de su propia historia, galanteando, cortejando y proclamando, todo en nombre de su nación.
Un renacimiento casi soñado fueron las palabras de la poeta mexicana Margarita Paz Paredes cuando felicitó a la ciudad por revivir la obra de Cervantes. Sin saberlo, había descrito perfectamente a Guanajuato.
Entre los tranquilos rincones de este espejismo medieval, las estudiantinas han encontrado un hogar apropiado.
– En Guanajuato hay 12 grupos de estudiantinas que ofrecen diferentes recorridos musicales por los callejones de la ciudad. Los recorridos comienzan por la noche, y suelen salir a las 20, 21 y 22 horas. Las entradas cuestan unos 180 pesos, y los vendedores pueden verse con sus uniformes en las inmediaciones del Jardín de la Unión.