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El sistema político chavista | Por Ramón Escovar León

(A Todo Momento) — “Podemos decir que la ideología del chavismo, sin aceptar sus premisas, es un conjunto coherente, aunque poco sistematizado, de ideas políticas”, afirma Guillermo Tell Aveledo Coll en su lúcido ensayo “Los fundamentos ideológicos del sistema político chavista”.

Sin embargo, esta sistematización es innecesaria en vista de que el lenguaje chavista “se encuadra en la larga tradición del socialismo venezolano, en su corriente marxista insurreccional y autoritaria”.

Conocer el sistema político chavista, a través de la pretendida ideología que lo inspira, es fundamental para determinar si es posible que este modelo se pueda adaptar a las reglas y valores de la democracia participativa; o si, más bien, estamos en presencia de una propuesta que pretende implantar una hegemonía política y un control total para imponer la sociedad socialista en una ruta sin retorno. Para exponer las reflexiones de su ensayo, el profesor Aveledo Coll dictará una conferencia hoy, a las 11:30 am en la Academia de Ciencias Políticas y Sociales.

El profesor señala que la ideología del chavismo “no puede ocultar su incompatibilidad con la democracia pluralista”. En otras palabras, es necesario vislumbrar si el esquema del socialismo del siglo XXI se puede amoldar a los valores de la democracia y aceptar el principio de alternancia del poder.

Es archiconocido que la izquierda marxista se basa en la lucha de clases, la cual predica la idea del exterminio de la burguesía y de mantenerse en el poder a perpetuidad para consolidar el socialismo. Aquí conviene precisar que resulta difícil pensar que Hugo Chávez hubiese estudiado con detenimiento los tres tomos de El Capital de Carlos Marx, para poder calificarlo de marxista. Más bien, parece un pragmático que no se detenía en las densidades y complejidades de la discusión ideológica.

De ahí lo oportuno del epígrafe con el cual Aveledo Coll introduce su ensayo, y que recoge lo expresado por Chávez a Agustín Blanco Muñoz en Habla el comandante, cuando le restó importancia al asunto de las ideologías. En esa oportunidad expresó: “Yo no soy el pensador que va a generar una doctrina original, nueva, total. No. Prefiero hacer”. Esta declaración es suficiente para establecer una premisa: Hugo Chávez no es el creador de una doctrina política, sino más bien un pragmático que aplicó pedazos de distintas teorías, bajo la modalidad de copiar y pegar, según sus conveniencias.

Chávez se afincó en la relación caudillo-ejército-pueblo y en la poderosa presencia de la institución militar como el eje de la lucha política revolucionaria. Este fue el esquema que explicó al líder de la revolución bolivariana el sociólogo fascista Norberto Ceresole. (Esta propuesta fue aprovechada, por debajo y por detrás, por Guillermo García Ponce, uno de los marxistas “chavistas”, quien afirmó a los cuatro vientos: “Sin la Fuerza Armada no podrá llevarse a cabo el proceso revolucionario”).

Ahora bien, Chávez aplicó el esquema político que le presentó Ceresole, plasmado en su trabajo Caudillo, Ejército, Pueblo: El modelo venezolano o la postdemocracia. Llama la atención que el epígrafe de este texto es una cita del pensador alemán Carl Schmitt, el cual recoge esta frase lapidaria: “El enemigo, en cambio, es el otro”. Esta cita de Schmitt no puede pasar inadvertida porque su pensamiento quizás no haya sido conocido ni por Chávez, ni por sus revolucionarios, pero sí por Ceresole. Es a través de este último que las complejas categorías schmittianas son incorporadas al chavismo: la relación caudillo-ejército-pueblo y el dilema amigo-enemigo. (Vale la pena el esfuerzo que requiere leer el ensayo de Ceresole, para poder entender el sistema político en el que estamos entrampados).

Schmitt desarrolla su noción del enemigo en la política en su libro El concepto de lo político. En este sentido afirma que la noción amigo-enemigo constituye la esencia de lo político, y que, además, hoy día “el enemigo constituye el concepto primario por referencia a la guerra” (p.139).

Señala que con el tiempo el concepto de “amistad se transformó en una instancia privada de sentimientos de simpatía”. (p.141). A esto hay que agregar que la “amistad” en el juego político se refiere, más bien, a la coincidencia de intereses políticos o comerciales en un grupo de personas.

Es más complejo definir el concepto de enemigo. Desde el punto de vista lingüístico -según Carl Schmitt- el enemigo es aquel contra el cual existe una disputa (p. 142). En la mayoría de las lenguas el enemigo se define negativamente “como el no-amigo”. De esta manera, quien no es amigo es enemigo; a este último hay que desarmarlo, someterlo, reducirlo y liquidarlo porque así lo exige la necesidad de la política. Y estas ideas schmittianas han sido aplicadas sin vacilar por el chavismo.

No se trata de creer que Chávez estudió a Carl Schmitt, pero está presente en su estrategia política. El pensador alemán nunca fue citado por Chávez, pero su acción política calzó “en la categorización schmittiana”, tal como lo postuló, con su lucidez característica, Diego Bautista Urbaneja (“El proceso constituyente venezolano de 1999 y el concepto de lo político de Carl Schmitt”. Constitución y constitucionalismo hoy, p. 770).

Sobre la relación caudillo-ejército-pueblo y la conceptualización schmittiana cabalgan los marxistas-castristas, derrotados durante los años sesenta, para imponer su modelo socialista de controles. Es decir, el sistema político chavista tiene un contenido schmittiano en lo político; y marxista en lo económico y social. El primero es el pilar que sostiene al segundo.

Entender la presencia de Carl Schmitt, Norberto Ceresole, Karl Marx y Fidel Castro en un proyecto político no es tarea fácil. Pero el excelente ensayo de Guillermo Tell Aveledo Coll nos ayuda a pensar y repensar este importante y complejo asunto.

El Nacional