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El ataque como una película | Por Armando Martini

(A Todo Momento) — Más de uno debe andar preocupado, muy nervioso, inquieto, mirando al cielo y revisando las duras paredes de concreto en instalaciones protegidas. De repente, sin proclama, en secreto, sin que nadie supiera nada, los estadounidenses lo hicieron otra vez. En silencio. De noche. Sin piedad.

Cuando enviaron al fuego eterno al perverso malandrín de Osama Bin Laden, echaron al mar su cadáver, lo que pudo considerarse como una mezcla de venganza y castigo. No recuperaron los miles de muertos ni billones de dólares perdidos por el ataque al World Trade Center, Pentágono y el fallido supuesto a la Casa Blanca, pero dejaron muy claro, sin margen de duda, lo que harían con quien intentase algo parecido, y, especialmente, barrieron con un símbolo.

En estos días pasados, no tuvieron inconveniente en reiterar su enérgico mensaje con el fanático impulsor del aberrante Estado Islámico, cuyo mensaje devuelve a sus seguidores a la Edad Media. Abu Bakr al-Baghdadi, ?de nombre secular Ibrahim Awwad Ibrahim Ali al-Badri al-Samarrai, líder del grupo yihadista que en 2014 se autoproclamó califa? de todos los musulmanes, exigiendo sumisión y obediencia.

No sólo toleró sino impulsó asesinatos por degollina deliberada en cámara, declaró un califato como quien proclama una revolución con inspiración en ideas de hace dos siglos que, en realidad, no fueron lanzadas sino a mediados del siglo pasado por el infame, retorcido, maligno Fidel Castro y el asesino en serie el Che Guevara; lacras humanas que no debieron haber nacido.

Los estadounidenses con experta delicadeza, exquisitez profesional, sin alarde, pulcritud y precisión milimétrica para que sólo sufriese quien tenía que sufrir, además de respaldados por la más avanzada tecnología. ¿No se dan cuenta de esa realidad?

Un inmueble remoto en las lejanías de Iraq no es un bunker de concreto armado custodiado, son escondrijos, milimétricamente vigilados, fotografiados y grabados permanente. Como las cuentas bancarias públicas, disimuladas, testaferros, empresas, inversiones e inmuebles de choros del erario público, sitios de placer, diversión, familiares beneficiados, y hasta cuántos rollos de papel higiénico usan en sus lujosas residencias.

Saben cuándo, dónde y a través de quien perseguirlos, sancionarlos, bloquearlos. Puede que continúen bañados en riqueza inmunda y putrefacta, que disfruten ambientes españoles e incluso estadounidenses, pero nunca más estarán tranquilos. Ni siquiera en Venezuela.

Saben que pueden ser castigados, confinados, arrestados, pero también perseguidos como fieras asustadas. Hay tecnología para detectar, vigilar y atrapar; existen especialistas que exprimen el máximo provecho, la utilizan con pericia y detalle, existe la voluntad política de aplicarla para prevenir males peores.

Sin advertir ni solicitar aquiescencia, rusos y turcos expresaron ¡go, fuck the bastard! Putin y Erdogan no movieron un dedo para defender al desequilibrado demente enceguecido, ni en el mundo sintieron piedad por quien nunca la tuvo.

Así son las cosas en estos tiempos de estultas revoluciones. Cuando quieran ver invasiones, busque en YouTube alguna vieja películas sobre la II Guerra Mundial que terminó hace casi 75 años, por la intervención tecnológica de un avión, B-29, y una bomba, la atómica; hoy ampliamente mejorados y superados.

Con el ataque y muerte “como a un perro” del fanático demente islamista, Donald Trump nos recuerda que ya no estamos en etapa de incursiones ilimitadas sino de tecnología y precisión. Para devastar solo a quien tienen que destruir.

Para enfrentar amenazas, es absurdo confiar, menos aún, depender de una clase política insensata, colaboracionista, cómplice, socia comercial cooperante, que proporciona oxígeno, provee primeros auxilios y suministra respiración artificial al régimen castrista madurista. La oportunidad única con el apoyo de Trump, Bolsonaro, Duque, Almagro y otras democracias éticas, decentes, no durará siempre. Insisten tercos y obtusos en negociar, pese al rechazo mayoritario que afirma: no puede haber elecciones con el usurpador en el poder.

Se impone, por juiciosa, necesaria y urgente la conformación de una coalición internacional liberadora, como lo propone María Corina Machado. La historia resalta como valiente y de estadista inteligente el reconocimiento de Simón Bolívar para comprender sin egoísmo y actuar como buen padre de familia, que necesitaba ayuda y refuerzos para liberar a Venezuela. Hoy debemos aceptar -nos guste o no- que somos un problema transcontinental, de una ciudadanía indefensa ante la supremacía abusadora, criminal, violadora de los Derechos Humanos más elementales, del régimen castro madurista.

El esfuerzo diario, la constancia y el coraje, rinde frutos tarde o temprano. A los cohabitantes que pretenden ocultar e impiden salga a flote la verdad, además de castrar posibilidades de articular formas de lucha, se les informa que, los ciudadanos vamos a seguir luchando sin descanso, coraje y no renunciemos hasta lograr democracia y libertad.

@ArmandoMartini