(A Todo Momento) — Editorial El Nacional | Sigue el arroz con mango
Maduro siempre se guarda una carta en la manga y cuando se fastidia de reinaugurar obras ya inauguradas por el prematuramente muerto y líder absoluto y definitivo, Hugo Chávez, entonces la saca en medio de la partida (no de nacimiento) del juego de gabinete y todo el mundo se queda patitieso. Y no es para menos, pues quién a estas alturas y a pocas semanas de ser reelecto es capaz de alumbrar los pensamientos de Nicolás y anticipar que es lo que se nos viene encima.
Ya de por sí resultaba extraño que las elecciones se mudaran de diciembre hasta casi mediados de este año sin que nadie explicara o desentrañara el misterio de esa mudanza hacia adelante. Por lo general los mandatarios tratan de retrasar esos eventos electorales los más posible para fortalecerse en el camino y no llegar tan débil a la batalla crucial. Esta vez ha sido al revés, al punto de que fue reelecto sin haber cumplido completamente su mandato.
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Estas cartas bajo la manga nos hacen pensar el peligro que significaría para los jugadores profesionales que pululan en Las Vegas, en Estados Unidos, si a Nicolás se le ocurriera darse un paseíto por esos predios. A no dudarlo, espantaría a la clientela y quebraría el negocio. Todo esto viene a cuento porque algo gordo se está cocinando con este sorpresivo cambio de gabinete.
Lo primero que llama la atención es que el cambio no se ve por ningún lado, ni caras nuevas ni nada que signifique un golpe de timón para variar el rumbo hacia el precipicio. La insistencia en continuar por el camino errado parece ser la doctrina oficial y ese amor por la fatalidad no augura algo diferente a lo que hemos vivido hasta ahora, al contrario, acarreará más tormentas y desastres.
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Todo esto nos hace pensar que la escasez de alimentos y medicinas, de billetes de banco y de transporte, de la falta de atención médica y de la muerte en cadena de niños y ancianos no va a parar en lo más mínimo. En el fondo la verdadera escasez es de un futuro que, aún desde lo lejos, genere una esperanza.
Si algo le escasea al madurismo es cerebro y conciencia de que históricamente todo tiene un límite. Si el país se hunde aún más no existe ninguna duda de que flotará años después, porque así es Venezuela en su permanente destino de rescatarse por sí misma, pero los cadáveres insepultos del narcosocialismo del siglo XXI no flotarán.
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En este simulacro de cambio de gabinete no existen razones para aguardar esperanzas. Con esta jugada solo se perjudica el propio Maduro al atarse a un equipo que ha demostrado, hasta la saciedad, que carece del empuje necesario para sacarlo del foso donde lo han conducido sus errores y los consejos de su entorno oficial. Es lógico pensar que, de alguna manera o si no directamente, a sus consejeros les conviene tener a alguien en Miraflores que no logre atinar en sus decisiones ya sea por incapacidad o por dejadez burocrática.
Con este gabinete que parece más bien un chofer herido, producto de un choque en la autopista, con múltiples cicatrices y esparadrapos por todas partes, Maduro no tiene muchos kilómetros por delante. Hoy está estacionado en el hombrillo a la espera de un golpe de suerte, o tal vez ni de suerte.