(Redacción A Todo Momento) Una vez escribimos que “para algunos políticos y quienes les acompañan decir la verdad es pecado mortal, despreciando a todo aquel que está convencido que hacerlo, es lo correcto.” Aun persisten algunos influyentes que no han aprendido la lección de que al ciudadano hay que hablarle con la verdad sin importar lo cruda y dura que pueda ser. La sinceridad se agradece, la franqueza ayuda a comprender mejor lo que sucede y el porqué de las futuras acciones. ¡Cuando la verdad es pecado y la mentira virtud, la democracia muere!
El diálogo y las negociaciones son clandestinas y consideradas secreto de estado. ¿Por qué las ocultan? Sectores del oficialismo y la oposición se han reunido oficial y extraoficialmente, con permiso o sin autorización. Lo hicieron en el pasado a pesar de los desmentidos, continúan en la actualidad, pero nadie quiere ni se atreve a hablar, se hacen los locos. Esas conversaciones seguirán porque los que asisten y promueven, las consideran convenientes.
Los convencidos de la utilidad y beneficio del dialogo; háganlo, plantéenlo, pero no lo nieguen. Tarde o temprano la verdad retumba y ensordece. Las reuniones son un secreto a voces, pero los conversadores insisten en mantenerlas subrepticias, lo que lleva a sospechar que algo malo más que bueno tratan de encubrir. El ciudadano tiene derecho y la dirigencia política la obligación de informar sobre los temas que allí se conciben, no hacerlo -por decir lo menos- es una bofetada a la confianza que diariamente nos solicitan. Con la mentira la verdad es que todos perdemos.
Con respecto al revocatorio, hay que asumir la poca o ninguna viabilidad de materialización; si no lo hacen retrasando groseramente su ejecución, lo harán por la vía judicial –no olvidemos las demandas pendientes, que nadie parece o quiere recordar-. Pero deben tener cuidado, señores políticos de parte y parte, no puede asumirse la claudicación a la lucha en un país donde sobra talento y gente ingeniosa con capacidad y disposición a sacrificarse. Los tiempos del hambre no son los mismos que los tiempos políticos.
La amenaza latente en relación a la no elaboración de la consulta refrendaria, obliga a la búsqueda de mecanismos alternativos, que, si bien no eliminen la posibilidad del revocatorio, dirijan sus gestiones a obtener los mismos objetivos. No podemos conformarnos o renunciar a ejercer cualquier acción distinta, condenando a millones de venezolanos a seguir el destino que unos pocos pretenden o han aceptado. ¿A cuenta de qué sólo 4 partidos deciden por un país entero? ¿Con el acoso a Voluntad Popular, está el Gobierno arrinconando a una cuarta parte de la oposición? ¿No son ésas mentiras en sí mismas?
La oposición en general, no puede ni debe echar en saco roto las advertencias que propios y extraños hacen. Mantener una estrategia confusa por omisión y silencio, dando a entender que esto está casi listo, que el revocatorio no depende del CNE sino de nosotros, es mentir a conciencia; es invertir en la indignación ciudadana. Porque esa posibilidad existe y puede estarse negociando así lo desmientan mil veces. María Corina Machado lo sospecha, lo intuye, lo presiente y por eso lo denuncia. Ya es una duda compartida por millones. Ahora bien ¿quieren disipar la incertidumbre? Firmen un documento público de compromiso ante la nación. Hay que atreverse, comprometerse con los ciudadanos que aún confían. Claro, si de verdad no están dispuestos a la falsedad. A pesar de estar confesos y en evidencia, aun se empeñan en tergiversar desdiciéndose unos con otros.
La simple existencia de tamaña interrogante demuestra que hay aspectos de la referida consulta popular que la mayoría de los venezolanos no conoce a fondo, y sobre la cual hasta el presente no hemos escuchado explicar a ninguno de sus líderes políticos.
Es momento para decir las cosas como son, es el deber y reto de la oposición y de todo dirigente aspirante. De no hacerlo tienen pintados en la frente la derrota y el desprestigio político. La estrategia tiene que ser confrontar con la verdad, los venezolanos jamás han dejado de responder con firmeza a sus llamados. La dirigencia opositora debe advertir sobre la falta de compostura del oficialismo, entrenar y motivar a sus simpatizantes para que concurran bien preparados no a ejercer un derecho sino a exigirlo y si hace falta, imponerlo.
Ciudadanos de a pie, sociedad en general y analistas políticos coinciden en preguntarse sobre el futuro de las acciones a seguir, están a la espera que sus líderes señalen los quehaceres que conllevan algo más que manifestaciones públicas, las cuales, si bien animan el espíritu y dan brío al alma, no siempre se traducen en resultados concretos. El Gobierno tiene la fuerza, la oposición la verdad. Sin embargo, las autocracias no se basan en la verdad sino en la fuerza. El Gobierno y el chavismo saben que por los caminos legales están perdidos, mientras con el poder en la mano pueden cambiar lo que consideren para sostenerse en el mando. La oposición también lo sabe, y ese conocimiento hace más valioso y meritorio su esfuerzo y resistencia.
A las mentiras del Gobierno y su grupo de partidos que han hecho de la simulación, la propaganda que distorsiona, del ocultamiento de cifras y realidades, su política permanente de acción a lo largo de estos años, no puede agregarse una estrategia de medias verdades, ambigüedades e incluso falsedades por parte de la oposición organizada o dispersa en grupos y personalidades diversas. Venezuela no lo merece.
A los ciudadanos hartos de un oficialismo de embaucadores sin miramientos, obsesionado por el poder, no hay que emocionarlos con que todo cambiará. Hay que retarlos, enseñarles las trampas sembradas en el camino, adiestrarlos, enfrentarlos a la realidad. La oposición debe transformarse en guerrera líder con la verdad como bandera. A los soldados no se les prepara para la guerra haciéndoles creer que el enemigo está perdido, al contrario.
Bajar las alertas y preocupaciones ciudadanas es un error grave y peligrosísimo. Es lo contrario; el pueblo, la gente, debemos estar plenamente conscientes de todas las tretas y manipulaciones que puede desarrollar y aplicar un Gobierno incapaz de ordenar la economía y el bienestar de los venezolanos, pero experto en artimañas de la legitimidad y de las leyes.
Con la verdad en la conciencia, haremos que sean ellos los que se enreden en sus propias trampas.