(A Todo Momento – El Nacional) — No hace tantos años dos ilustres políticos vernáculos se refirieron a nuestra base fundamental de riqueza nacional, el petróleo, como el excremento del demonio, como que si esta dotación natural fuese una maldición que nos condenaría eternamente al subdesarrollo social y la corrupción política.
Venezuela no es el único país que ha sido tan generosamente preñado de ese pardo recurso; podría suponerse que igual desgracia habría de tener todo pueblo que llevara en sus entrañas el mefistofeliano material, por lo que examinaremos, por no dejar, la veracidad de la teoría en dos sociedades en similares circunstancias y diferentes latitudes.
Pasemos primero por Noruega, el país petrolero de Europa. Sus valores se centran en igualdad, moderación y amor a la naturaleza, que le han permitido una explotación seria de su “maldición” a partir de una empresa estatal que fue parcialmente privatizada, pero cuyas ganancias no solo han servido para reinvertir y alimentar su crecimiento, sino también para la creación del fondo soberano de inversión más grande del mundo que asegura el bienestar de la población de hoy y sus futuras generaciones.
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Más impresionante fue la comparación con otro país “maldito”, los Emiratos Árabes Unidos, allí casi que no pude más que largar una exclamación de admiración, pues, como bien sabemos, esa población andaba en el lomo de camellos hasta hace un siglo, ellos no contaban en el siglo XIX con ilustrados como Andrés Bello, Simón Rodríguez, José María Vargas, ni en el XX con Fernández Morán, Carlos Villanueva, Jacinto Convit, pero, a pesar de no tener muchos jeques ilustrados dentro de sus territorios muy preñados del “maldito líquido”, fueron capaces de resistir al demonio.
Abu Dabi recientemente abrió las puertas a un muy singular museo, el Louvre de París en el extranjero, un concepto que asegura mediante un contrato a diez años la rotación de las obras y asesoramiento para la adquisición de su propia colección. Estará alojado en una obra arquitectónica que complementará el ya impresionante ramillete compuesto por el Burj Khalifa, el Dubai Mall, el Puerto Palma Jumeirah y la Isla de Yas, todas, además de estar bien construidas, son muy bien administradas y conservadas.
Más allí no para esta siembra de petróleo, que bien podría llamarse cosecha, pues han llevado una gran universidad a esa lejana tierra, logrando establecer o trasplantar a una de las grandes universidades del mundo, creada en el siglo XIII en París, La Sorbona, a impartir en un campus local de 10 hectáreas. La Sorbona de Abu Dabi tiene estudiantes de unos 75 países que suman casi la tercera parte del alumnado, internacionalizando al país que solo un siglo atrás era de tribus errantes.
Es posible que el diablo deje excrementos oscuros y olorosos a azufre, pero no creo que el petróleo sea tan indeseable como para que se le conozca por ese epíteto, mucho hemos de temer que, más que en las entrañas del lago de Maracaibo o en los campos de Monagas, el verdadero excremento de Mefistófeles reside en los cimientos de la casa de Misia Jacinta y por los lares de la avenida Libertador, y nunca en la querida tierra de esa pobre y maltratada Venezuela.
Vía El Nacional