(A Todo Momento) — Bolívar y el narcotráfico.
Para colmo de las desgracias que le han caído encima a Nicolás Maduro, entre ellas el indescifrable misterio de la criptomoneda que han dado en llamar petro, como el candidato presidencial colombiano que asume con cierto descaro y cinismo la herencia de Chávez que, según los analistas, es una piedra atada a su cabeza que le quita aire y por supuesto vida, que ya le faltaba desde el comienzo. Menuda tragedia para los dos.
Lo cierto es que quien se arrima a Nicolás no las tiene todas consigo, en especial porque la mayoría de los colombianos y sus familiares que llegaron a Venezuela con ánimos de trabajar y de progresar cuando mandaban aquí los gobiernos democráticos, hoy se baten en retirada porque la crisis social y económica le cercena cualquier futuro a ellos y a sus hijos.
Demás está decir que cuando llegaron aquí, Venezuela vivía un momento económico que, con todos sus defectos, era tolerable con aquellos que escogían a nuestro país, mientras tanto, como una segunda patria.
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La integración entre nosotros y los vecinos colombianos fue lenta pero progresiva, saludable y beneficiosa, al punto de que no solo se sumaron a las labores agrícolas sino también a todas aquellas actividades que surgen cuando las fronteras se complementan como debe ser. Pero además porque así siempre ha sido desde la Independencia. Hoy al inefable gobierno de Maduro, en su ignorancia supina, le parece extraño que entre Cúcuta y San Antonio exista un comercio tan activo como el que más entre países que comparten fronteras.
Lo más increíble es que señalan a este comercio fronterizo como el causante de todos los males generados por la economía bolivariana. ¿Es que acaso estos militares desconocen la historia? ¿Es que acaso, repetimos, no saben que gracias a esa intensa y generosa complementación entre Cúcuta y San Cristóbal se produjeron no solo las invasiones revolucionarias que, en ciertos y determinados casos, cambiaron decisivamente la historia política de Venezuela, para bien o para mal.
A menudo los venezolanos nos preguntamos hasta qué punto los chavistas y sus cúpulas militares conocen a fondo la manera como convivimos desde infinitas décadas con el país que, por boca de Simón Bolívar, sería la matriz de ese gran sueño imposible pero necesario, que fue la Gran Colombia. Hoy no hay duda sobre su inconmensurable ignorancia.
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Y no nos digan que la convivencia no era posible. Nos costó mucho porque desde allá y desde aquí siempre se usaron las relaciones con Colombia como un escenario político que se podía manejar y alterar según convenía a las élites civiles y militares, a los vendedores de armas, a los traficantes de drogas y no pare usted de contar.
Finalmente y para desgracia de todos, las FARC y todo el entramado del narcotráfico se hizo superior a los intereses entre los dos gobiernos. Las guerrillas colombianas (un amplio abanico por cierto que iba de la Goajira hasta el Norte de Santander y la parte baja del Amazonas) terminó por anexionar a Venezuela a la trama internacional del narcotráfico y del crimen organizado transnacional. Como quería Bolívar pero al revés. Sin crimen, sin militares y con democracia.