(A Todo Momento) — América Latina, 17 años después del 11-S de 2001 | Por Carlos Sánchez Berzaín @Csanchezberzain
Dos hechos históricos que han marcado el siglo XXI sucedían el 11 de septiembre de 2001: los atentados terroristas contra Estados Unidos por la red Al Qaeda (9/11) y la suscripción de la Carta Democrática Interamericana (CDI) por los Estados miembros de la Organización de Estados Americanos en Lima, Perú. Los atentados terroristas y la reacción a estos generaron cambios dramáticos en el mundo y la CDI institucionalizó la democracia en las Américas. Después de 17 años el desafío es revertir los negativos efectos del 9/11 y terminar las dictaduras.
El 11-S contra Estados Unidos fueron 4 ataques terroristas suicidas cometidos por 19 miembros de la red yihadista Al Qaeda mediante el secuestro de aviones comerciales impactados contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, y fue frustrado el objetivo del Capitolio. Ese día causaron 3.016 muertos y más de 6.000 heridos, lo que dio lugar a la política global de la “guerra contra el terrorismo”, a la guerra de Afganistán y la guerra de Irak. Cambiaron el mundo, desde la forma de abordar un vuelo comercial hasta el desarrollo tecnológico para prevenir este tipo de hechos criminales.
En Lima se firmaba la Carta Democrática Interamericana en un acto histórico que quedó casi ignorado por la gravedad de los atentados 11-S. El secretario de Estado Collin Powell dejó la Carta firmada antes del acto y retornó apresuradamente a su país. La CDI es el resultado del período más estable de democracia en la región, y cuando se firmó existía solo una dictadura en las Américas, la castrista de Cuba. La CDI establece que “los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”, y establece los “elementos esenciales de la democracia”, entre otras normas instituidas como obligatorias.
La concentración de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo y en las guerras de Afganistán e Irak trajo como consecuencia su progresivo retiro estratégico de América Latina y la ausencia de una política exterior consistente para la región.
Con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela y su inmediato acuerdo con Fidel Castro, se había puesto en marcha desde enero de 1999 el proceso de estabilización y salvataje de la dictadura de Cuba y la recreación –al principio subrepticia– de la fracasada expansión de la revolución cubana en las Américas como “proyecto bolivariano”. Estos hechos políticos fueron ignorados, soslayados o minimizados.
Mientras Estados Unidos se retiraba de sus programas de cooperación, apoyo a la democracia, fortalecimiento judicial, lucha contra la corrupción e incluso antinarcóticos y menguaban sus ya frágiles medios de coordinación en materia militar, inteligencia y lucha contra el crimen, en América Latina se repartían dineros y recursos a raudales por Hugo Chávez, que con golpes de Estado, corrupción, populismo y disfraz de democracia expandía su proyecto “Alba” o bolivariano, “socialismo del siglo XXI”, hoy “castrochavismo”.
Demasiados “expertos latinoamericanistas” estatales y académicos de Estados Unidos y del mundo se creyeron y respaldaron el discurso de “crecimiento democrático y de justicia social” en la expansión de la alianza Chávez-Castro, cuando lo que en verdad sucedía –como lo demuestran hoy los resultados– era la construcción de regímenes dictatoriales violadores de la libertad y los derechos humanos, narcoestados justificados en la lucha antimperialista y “regímenes de crimen organizado” que controlan Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, dejaron el gobierno pero no el poder en Argentina, Brasil y amenazan las democracias.
La revisión de lo que va del siglo XXI en la región ofrece como realidad objetiva un gravísimo retroceso en democracia, derechos humanos y libertad como resultado de la exitosa expansión de las “dictaduras del socialismo del siglo XX” o castrochavistas que han dado lugar a presos políticos, exiliados políticos, manipulación de la justicia, torturas y asesinatos, masacres, migraciones forzadas, narcoestados, crisis económicas y crisis humanitaria.
Cuatro cubas castristas en lugar de una. Si tomamos como referencia el 11 de septiembre de 2001 constataremos que 17 años más tarde los problemas son más graves, las amenazas más concretas y la confrontación real.
La esperanza está en la lucha de los pueblos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia por rescatar su libertad y democracia, la acción decidida de gobiernos democráticos por su propia seguridad y la aplicación de la nueva política exterior de Estados Unidos que retorna a la defensa de sus principios y valores que, además, coinciden con sus intereses en la región.