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5 menos | Por Armando Martini

(A Todo Momento) — 5 menos | Por Armando Martini Pietri

Para algunos suena premonitorio, aunque pocos pueden asegurar que los cinco dígitos que el régimen de Maduro le quitó a la moneda implican cinco días menos, o cinco semanas o cinco meses o años menos -este último, claro, el peor de los casos. Pero una mala moneda ha sido siempre una moneda débil de un gobierno con decrecientes expectativas.

Les sucedió a los peruanos tanto de una dictadura militar comunista como de un gobierno democrático torpe. Y a los argentinos, que se volvieron un lío entre el patriotismo desesperado frente a sus Malvinas perdidas en el Atlántico y las Falkland rescatadas por el empecinamiento de una mujer grande, hasta el péndulo estafador entre austral y peso, largos años de corrupción y ficción democrática hasta la difícil sobriedad de Macri. Y a los brasileños hasta el real primero, la corrompida ambivalencia Lula-Odebrecht después y el enjuiciamiento de Da Silva hasta donde llegue ahora.

La economía no es cosa de matemáticas sino de política social y análisis de poblaciones. Sus reglas están escritas desde hace mucho tiempo, los pueblos se repiten y quienes cambian son los gobiernos, que pueden ser inteligentes, pongamos por caso como los de Adolfo Suárez y Felipe González en España, crueles y falsarios como el de los Castro en Cuba o embustero, tramposo, desalmado e incompetente como los de Chávez y Maduro en Venezuela.

Pero los gobiernos no se imponen por casualidad, son los pueblos los que los entregan a quienes les dicen lo que quieren oír. Así como los españoles enterraron a Franco en su Valle de los Caídos, confirieron el poder al centro y socialismo modernizados, también lo adjudicaron después a la derecha eficaz pero corrompida de Rajoy y a lo que pueda pasar con esa gran pregunta llamada Pedro Sánchez ahora. No fueron los imperios mundiales quienes adjudicaron el poder a los pelotones de fusilamiento de los hermanos Castro y el argentino asesino, tuberculoso y déspota Guevara, ni a los sandinistas de Daniel Ortega, ni a las mentiras perniciosamente prejuiciadas e ignorantes de Chávez y sus militares que alguna escritora ingenua llamó ángeles en rebelión, ni a un comunista sumiso y fidelizado que se autocalificó de presidente obrero y heredero del legado.

Fueron sus propios habitantes, pueblos, élites intelectuales, medios de comunicación, los tiempos de “is our son of a bitch” pasaron, los imperios intervienen, se interesan, ayudan o sabotean, pero no imponen, los que salen a las calles a manifestar y van después a votar hipnotizados son los ciudadanos.

Después esos mismos electos destruyen a sus países con estrategias perversas e ignorancias inconcebibles y es entonces cuando los grandes conglomerados empresariales del mundo, y los llamados “organismos multilaterales” que, ellos sí, son organizaciones imperiales, regresan para adueñarse de todo a cambio de una ayuda que sólo ellos pueden otorgar.

¿Podrá un gobierno de transición rescatar a Pdvsa? No, ya perdimos ese tren, el petróleo y demás riquezas venezolanas, derrochadas y destruidas por la necedad comunista, regresarán a los únicos que tienen la fuerza, conocimiento y dinero suficientes, retrocederemos a aquellos tiempos en los cuales se nos daba una participación en lo que la ley decía que era nuestro, pero la realidad precisaba que era de otros.

Aquellos tiempos cuando los mayores productores de ganado, carne y leche venezolanos, por ejemplo, eran ingleses, y las empresas que lideraban el bienestar y fortalecían el crecimiento de la clase media hoy desolada, existían estadounidenses o suizas.

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Vendrá, pues, un inevitable Gobierno de transición con la única y muy áspera misión de ajustar tuercas, poner orden, reconstruir la economía y la moneda, negar sueños imposibles de cumplir, reinstitucionalizar a los poderes públicos, adecentar la justicia y después, sólo después, podremos elegir un Gobierno estable y democrático como hicimos durante cuarenta años tirados a la basura por políticos y politiqueros que olvidaron la grandeza de sus fundadores, los que de verdad lucharon, se jugaron cárceles y vidas. Un gobierno que maneje el arduo regreso a la razón, a los principios básicos de ética y moral, a las buenas costumbres ciudadanas y rescate los cinco dígitos que ahora la ineptitud y corrupción han dejado en la inmundicia de un pueblo engañado y victimizado, que está pagando con hambre, frustración, retroceso y muerte su propia ignorancia e ingenuidad.

El problema es quien o quienes se han preparado lo suficiente para manejar a este país después de la transición amarga, los hay, están allí. Pero la mayoría siguen sin comprender o aprender, con sus miradas enterradas en sus propios ombligos, egoísmos, prepotencia y egos que nada ven ni entienden ni deciden más allá de sus narices.

Porque la economía no es sólo una materia social, es un problema político, y es allí donde fallamos engañados repetidamente por profesionales egoístas, aprovechados, mediocres, y anodinos metidos a manejar lo que nunca han estado preparados.

Engañar si saben, es su formación. Pero la mentira, ya se sabe tiene patas cortas. O sea, los días contados.

@ArmandoMartini