(Redacción A Todo Momento) — Ya inició la temporada decembrina y el Clínico Universitario de Caracas pareciese estar ambientado para la celebración de Halloween, más allá del atraso por la crisis en el sector salud, los pasillos de esta institución están muy lejos de brindar tranquilidad.
El recibimiento de la institución es el menos amigable: las lámparas apagadas, las paredes sin pintura y cuartos con restos de basura, aun no logras llegar a tu consulta o la sala de emergencia y la crisis de salud ya se impone en la vista de cada ciudadano que decide ingresar al edificio.
Entre los ciudadanos que van y vienen en los pasillos del Clínico Universitario, es casi imposible ignorar a los militares que recorren y vigilan el edificio, aunque son muchos en número, pocas veces te sientes seguro por su presencia; los ataques realizados por la delincuencia en el Clínico han sido la justificación perfecta para el ingreso de este cuerpo de seguridad.
Los militares no cuidan “con fervor” todo el día, ellos también merecen un descanso, es por eso que su posición de reposo se encuentra en un pequeño local, prácticamente escondido, un lugar perfecto para que ellos desayunen, descansen o comenten “lo maravilloso que ser un castrense en un país con hiperinflación y crisis en todos los sectores o aspectos”; finalmente no son los delincuentes quienes deben tener miedo al ingresar a este edificio, sino los profesionales del periodismo quienes son perseguidos para que no muestren la decadencia.
¿Colas?
Sí, las colas son comunes entre los edificios de la Universidad Central de Venezuela (UCV), sobretodo para las personas que buscan subir a los pisos más altos; pero quienes ambicionan comprar pan también deben hacer una cola en un cafetin que se encuentra en el corazón del Clínico.
Sala de emergencia: El sitio del verdadero error en el Clínico Universitario
Cuando entras a la Sala de Emergencia del Clínico Universitario, empiezas a sentir el dolor de desesperación de las personas, entre caras llenas insomnio, zozobra, también pueden encontrar un mar de lágrimas de familias que han perdido algún familiar. Justamente al momento de ingresar, podemos escuchar reclamos y lamentos de ciudadanos que están enfermos.
La desidia es reinante en las camillas de la Sala, personas de tercera edad sin cobijas, expuestas al frío que debería ser parte del ambiente. Las paredes muestran aun más su deterioro y los enfermos no tienen rostros de recuperación, sino de desespero, cansancio y en muchos casos de despedida. Ante este escenario, dos residentes tratan de equilibrar el desastre, sentados en las sillas que están al final de la Sala, descansan y conversando a un lado de un árbol de navidad que recuerda a todos que es diciembre, pero no hay ánimos para celebrar.
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Enfermeros van y vienen, conversan con los familiares o pacientes, se ven algunos preocupados, como otros que ríen o charlan entre sí. Pero sin importar el caso, un gran grupo de personas desesperanzadas esperan a ser atendidas, guardan un silencio que es imposible de ignorar.