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NYTime: En La Guajira niños abandonan escuela para vender gasolina

Santi Donaire para The New York Times en Español

(Redacción A Todo Momento) — La periodista Alicia Hernández; publicó un articulo en New York Time (NYT) sobre como el comercio ilegal de combustible se convirtió en una deficiente solución a la pobreza y el hambre que azota en La Guajira; donde la deserción escolar supera el 30%.

En la capital de La Guajira venezolana, Paraguaipoa, todo huele a gasolina. Eso es conocido como Los Filúos: un enclave de tierra árida a menos de 20 kilómetros de la frontera con Colombia; y a dos horas de viaje de las torres de extracción de petróleo del lago de Maracaibo.

El contrabando de gasolina es una alternativa de subsistencia para los 4000 habitantes de Los Filúos; donde el calor extremo y la falta de lluvias hacen casi imposible la agricultura y la ganadería.

Al lado de varias garrafas amarillentas, Álvaro agitaba con la mano un embudo hecho con el pico de una botella de plástico y un tubo de goma para llamar a los clientes. Viste un pantalón gastado de color indefinible, arremangado, que deja ver unas piernas demasiado flaquitas para sus 13 años; y una camiseta raída con manchones negros. Lleva otra camisa arremangada en la cabeza que lo protegen del sol; donde las temperaturas llegan a los 40 grados. Allí, de 8:00 a. m. a 6:00 p. m. Álvaro y otros muchachos como él se ganan la vida llenando o sacando combustible de cuanto carro consigan.

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Petróleos de Venezuela (Pdvsa), la empresa petrolera estatal, ha calculado que del país salen 100.000 barriles de gasolina de manera ilegal. En la frontera con Colombia, y especialmente en la parte que comparten el departamento de La Guajira con el estado Zulia, se hace evidente el paso de combustible.

El gobierno mantiene el control cambiario desde 2003 para evitar la fuga de divisas. Desde entonces, es el único que puede conceder dólares de modo legal para todo. Desde importar mercancía hasta viajar al extrajeron.

Escalas del negocio de contrabando en La Guajira

El pimpinero —el que saca o carga gasolina de los coches—, es la escala más baja de un negocio diversificado: está quien llama a los carros para que vacíen el tanque; quienes la sacan; los que almacenan; quienes cuidan el camión cargado de bidones y quienes lo llevan hasta Maicao; en Colombia. Todos tienen su puesto en el negocio.

Incluso los niños; que suelen trabajar para sus familiares o para conocidos que participan en el negocio. En cada puesto puede haber de tres a cinco niños. Solo en Los Filúos, la cantidad de adolescentes y preadolescentes que trabajan con el contrabando de gasolina se cuenta por docenas.

“La primera vez que tuve que chupar de la goma para sacarla de un carro fue horrible, se me quedó todo el sabor en la boca. Daba igual lo que comiera, todo me sabía a eso. Ya me estoy acostumbrando. Como cornflei y se me quita el sabor”, cuenta Álvaro, que lleva muy poco en el negocio.

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Sus compañeros —Yoel, de 17 años, y Ronaldo, de 16 (los nombres reales de los niños y adolescentes que dieron su testimonio han sido cambiados para proteger su identidad)—  ya tienen casi diez años en esto, lo suficiente como para restarle importancia a esa primera vez.

Las aulas vacías

En Venezuela no hay cifras oficiales de deserción desde hace unos años. Los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) son del curso 2011/2012 y muestran que 27.778 niños entre educación primaria y media dejaron de estudiar en el estado Zulia. No desglosan los motivos, ni cuál es la proporción en que afecta a la comunidad indígena.

El Sindicato Unitario de Magisterio del Estado Zulia (SUMA) estima que para el curso 2016/2017 la deserción llegó al 60 por ciento. Para Neida González, responsable de la Escuela Bolivariana Luis E. Palmar de Los Filúos, las cifras son mucho más exactas: hay 178 alumnos registrados en su centro y solo acuden entre 90 y 120; es decir: el ausentismo escolar es de entre el 32 y el 50 por ciento.

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