John Katzenbach representa el extraño caso del escritor que no tiene tanto éxito en su idioma original, el inglés, como en su traducción en español. Tras el éxito de “El psicoanalista”, hoy sale a la venta “El estudiante”, una inquietante historia de resentimiento y debilidades en héroes y villanos.
Curtido en las labores del periodismo e inspirado por la truculencia de los sucesos de la vida real, el escritor asegura en una entrevista que “vivimos en un mundo que genera monstruos cada hora” y así, en “El estudiante” (Ediciones B), analiza con pulso psicosocial las bestias que habitan los márgenes de una sociedad presuntamente libre pero profundamente estandarizada.
De un lado, el protagonista, Moth, pese a su juventud está profundamente decepcionado con la vida, acude a reuniones de alcohólicos anónimos y no cree demasiado en el amor.
De otro un villano que, de igual manera, cree que el mundo no le ha tratado demasiado bien. Sus caminos no tardarán en encontrarse de manera violenta en el sofocante calor de Florida, cuando Moth encuentre a su tío Ed muerto por aparente suicidio.
“Las razones del villano para hacer lo que hace no son incorrectas. Le hicieron algo malo, la gente no fue empática con él cuando debería haberlo sido. Aunque su reacción es sustancialmente desproporcionada, no es difícil identificarse con él. Y lo que no espera es que una de sus acciones como homicidio genere la misma respuesta que a él le llevó a ser asesino”, explica Katzenbach.
El autor, nacido en 1950, vivió en Argentina su primer “boom” de ventas con “El psicoanalista”, en 2002, aunque sus novelas “Juicio Final” y “La guerra de Hart” habían sido adaptadas por Hollywood. La primera de ellas bajo el título de “Causa justa”, con Sean Connery, y la segunda con Bruce Willis.
Sin embargo, con 12 millones de copias despachadas por todo el mundo, España y Latinoamérica, con un cuarto de las ventas globales, sigue siendo su gran mercado.
“Ya me dijeron que en Argentina todo el mundo hace terapia y de ahí el éxito de ‘El psicoanalista’”, bromea, para luego reflexionar: “Me gustaría entender por qué la naturaleza de los distintos países influye en el éxito de determinados estilos de escribir”.
“Los europeos y los latinoamericanos parecen apreciar la tensión psicológica en los libros. Que esa tensión se base en las relaciones entre los personajes no tanto como en la trama”, añade el autor.
Esa misma diferencia de percepción de una realidad, aunque sea de un libro, le hace volver a “El estudiante”, en la que cada personaje reacciona de manera muy diferente a estímulos muy similares.
“Lo que es comprensible para una persona es un misterio para otra. Mira lo que pasó con los terroristas de Oriente Medio: sus comportamiento es horrendo, pero para ellos tiene sentido. Ese fenómeno se ha repetido a lo largo de la historia, durante siglos y siglos”, explica.
Su trama, eso sí, sucede en un lugar muy concreto: Miami y los cayos de Florida. “Es un lugar que genera historias únicas. Hay muchas culturas que se juntan. La atmósfera no es como en el resto del país. Tiene una oscuridad única”, asegura.
Katzenbach ha sido definido por el “New York Times” como “un experto en la exploración de las mentes desviadas”, pero él lo entiende de otra manera. “Solo busco personajes vulnerables, con fallos y debilidades. Son más interesantes para el lector. Creo que lo interesante de ese libro es que todos podríamos en un momento dado deslizarnos hace ese mundo inquietante. Y que no solo el asesino es inquietante”, asegura.
“El estudiante” juega, en clave contemporánea, a cómo las identidades han cambiado en la era digital. Cómo complica eso una investigación, cómo exculpa psicológicamente al poseedor de la identidad hiriente y cuán perdidos cuando alguien desapareció antes de poder dejar rastro en las redes sociales y las cuentas de correo electrónico.
“Es una manera de ser inquietante al estilo moderno. No es que haya llevado al extremo la tendencia de la nueva manera de comunicarse o crear identidades, pero me ayudó a dar una nueva forma a las claves del género y lo encontré delicioso como escritor. Esta historia era para mí como entrar en una tienda de caramelos”, concluye.
Texto EFE