(A Todo Momento – El Estímulo) – El éxodo masivo de venezolanos a Colombia (específicamente en Cúcuta) en busca de las condiciones básicas (alimento, vivienda, salud) que garanticen una mejor calidad de vida no se detiene. Con profesión o sin ella, miles de connacionales cruzan a diario la frontera con la meta de poder instalarse, trabajar “en lo que salga” y enviar remesas (giros en pesos) a la familia que quedó en Venezuela. Los oficios a desempeñar son múltiples, pero uno de los más cotizados o que ha tenido mayor resonancia en la opinión pública es la prostitución. No distingue sexo, la desempeñan tanto hombres como mujeres por lo rentable que aparenta ser. Ya ni siquiera se considera un bar como el único lugar para captar a los interesados en los servicios que se ofrece, ni tampoco la noche es la mejor hora del día para desempeñar el oficio.
Prostitución en Cúcuta
Desde las 10 de la mañana hora local de Colombia, se ve a decenas de mujeres de diferentes edades, color y contextura, caminar por las inmediaciones del céntrico parque Mercedes Abrego de Cúcuta, solo dos cosas tienen en común: la nacionalidad venezolana y la prostitución como oficio.
Viajaron desde distintas zonas del país, dejaron hijos y madres para encontrar en la ciudad colombiana un alivio a la precariedad en la que vivían en Venezuela.
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“Esperar un mes para comprar las bolsas de comida que nos vende el gobierno, no alcanza para tantos. Nos tocaba entonces amanecer haciendo cola para comprar alimentos en abastos o repagarlos, eso salía más caro. Pasaron muchos días que nos acostábamos sin comer”, dijo Yesenia González, guaireña de 30 años quien accedió a dar una entrevista a El Estímulo, cuando estaba sentada en la citada plaza.
Hecho en Venezuela
La trabajadora sexual, llegó a Cúcuta proviene del estado Vargas, hace tres meses movida por la crisis económica que enfrenta Venezuela.
Al momento de ser contactada, la mujer de frágil figura, piel trigueña y largo cabello, estaba acompañada de un grupo de cinco venezolanas más que aguardaban en una de las bancas del parque colombiano.
Yesenia, con dudas al principio y luego con sonrisa tímida y pidiendo no ser fotografiada, accedió a contar su historia y cómo se instaló en el vecino país a ejercer la profesión más antigua del mundo.
“Ejerzo la prostitución es este lugar porque es difícil conseguir otro trabajo aquí. No tengo documentos y tenía que buscar una manera de sobrevivir, encontré esto y lo veo ahora como un negocio”.
La clientela
Cada servicio ofrecido tiene un costo diferente para el cliente, relató Yesenia, por ejemplo lo que ella y sus compañeras llaman “un rapidito” que no es más de 10 a 15 minutos de sexo tiene un costo entre 30.000 y 40.000 pesos (unos 200.000 bolívares, al cambio que se manejaba el 10 de septiembre).
“Es un entrar y salir”, explicó la mujer y se pueden hacer hasta seis servicios en un día, todo depende como este el movimiento. Los días más movidos son los sábados y domingos, “esos días son más buenos”.
Desde las 10 de la mañana, salen de sus residencias con ropas ligeras pero nada suntuosas, recorren el parque y discretamente se llegan a sentar en las bancas, esa dinámica la practican hasta las cuatro de la tarde que vuelven a casa, comen, se bañan y descansan para nuevamente retornar al parque entre 7 y 8 de la noche hasta la madrugada.
Calles llenas
Las calles aledañas al parque Mercedes Abrego, están rodeadas de bares y pequeños hoteles de paso en los que se observan mujeres paradas en la puerta y esquinas cercanas a los establecimientos, ofreciendo sexo.
“No podemos quedarnos quietas en un solo lugar porque la policía nos corre, por eso caminamos todo el día alrededor de la plaza, a veces nos detenemos en algunos lugares pero no nos instalamos. Aquí los policías son respetuosos, nos dicen que nos retiremos pero no nos tratan mal. De malos tratos no nos podemos quejar aquí”, argumentó la venezolana.
Frente del parque se ubica la iglesia San Antonio de Padua, uno de los tres lugares escogidos por la diócesis de Cúcuta como casa de paso en donde se dan desayunos y almuerzos a los venezolanos en condiciones económicas desfavorables que llegan a la ciudad, bien sea en busca de trabajo o de paso a otro destino.
Testimonios
Yesenia no va a comer al lugar de ayuda que ofrece la iglesia donde se alimentan a diario un promedio de 1.000 venezolanos porque asegura que su trabajo le da para comprar la comida diaria. Hasta alquiló un apartamento que comparte con siete venezolanas más que como ella, desempeñan la prostitución.
“La mayoría de mujeres que tu vez aquí son venezolanas que trabajan en lo mismo que hago yo. Hay mujeres de todas las edades, pero menores de edad eso si no hay. Los hombres también vienen y se prostituyen, tú los puedes ver en las noches cerca del terminal”, precisó.
Confesó a El Estímulo que ya quiere regresar a Venezuela pero no lo hará hasta que en el país no tenga garantizada la comida, medicinas y seguridad.
“Amo a Venezuela”
“Amo a Venezuela pero allá estaba viviendo un caos. Yo sin trabajo, con cuatro hijos de 16, 17, 18 y 21 años que mantener y una familia que necesita, por eso no me quedo otra que pasar a Colombia. Aquí hay plata y lo ayudan a uno y con lo que reúno, mando giros a La Guaira, para que mi gente pueda comer”.
Con marcada tristeza y voz entrecortada, dijo que Venezuela ya no volverá a ser como antes…”el país prácticamente está en el piso y el gobierno debe hacer algo. Es difícil la situación y no queda otra que salir del país. Nada han sacado con estar regalando cosas a la gente porque por eso se ha llegado a esta situación, todo no puede ser regalado y la gente tienen que sudarse para ganarse la vida”.
Las cifras de mujeres que caminan sin descanso en las cercanías de la céntrica plaza Mercedes Abrego, en promedio se calculan entre 70 a 80 diarias.
“Mujer que llega sola hasta aquí empujando maletas, nosotros sabemos que es venezolana y a qué viene. No les decimos nada, mientras no cometan dentro del perímetro ningún acto que vaya en contra de la moral o se vistan de forma vulgar. Nosotros sabemos a qué se dedican, pero mientras no lo demuestren las dejamos tranquilas”, detalló un oficial de policía colombiana que omitió su nombre.