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España vigila permanentemente a todos los yihadistas “peligroso”

A Todo Momento – ABC | ¿Pueden individuos que han sido denunciados por los vecinos por su radicalización, sobre los que pesa incluso una advertencia internacional que les señala como potenciales yihadistas con rumbo a Siria o que han exhibido en público banderas del Daesh acabar perpetrando un ataque en España, como ha ocurrido en Londres? Aquí, «las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad mantienen una alerta y una vigilancia permanentes sobre todos los objetivos que se consideran peligrosos, con posibilidad de captar adeptos o preparar un atentado».

Es la esencia de la férrea estrategia preventiva a la que llevan entregados dos años –desde la declaración en junio de 2015 de alerta 4 por riesgo de atentado «alto»– todos los recursos de la lucha antiterrorista, cuya probada eficacia remite a un concepto clave: anticipación. Lo dice el responsable de una de las instituciones implicadas en esta guerra contra los extremismos violentos, cuya identidad debe mantenerse en el anonimato, y que subraya que los esfuerzos se están dirigiendo a «alejar cada vez más el muro de protección del posible escenario problemático».

Se trata de frenar los procesos de fanatización en estadios cada vez más prematuros para impedir que se consumen y tengan consecuencias, algo que ha permitido la ley española con la tipificación, entre otros, del enaltecimiento del terrorismo o el adoctrinamiento como delitos en sí mismos. Y que ya ha servido para cortar en seco procesos que habrían concluido en atentados dentro de nuestro territorio. Con la debida prudencia para evitar detalles comprometidos, la fuente habla de detenidos auténticos en nuestro país que «estaban en un estado de adoctrinamiento tal que para ellos dar el siguiente paso era bastante fácil. ¿Qué necesitaban? Solo tener criterio de oportunidad, el conocimiento del objetivo… y pasar a hacerlo».

El papel de Inteligencia

Que individuos con semejantes intenciones estén en el punto de mira es resultado de una cualificada labor de detección, que el experto atribuye de forma especial al trabajo de Inteligencia. De la clásica, que emplea agentes y confidentes, y de la otra, que bucea sin descanso en internet y sus regiones oscuras, donde se hacen contactos, se inflaman adhesiones extremistas o se inventa la siguiente forma de matar.

El interlocutor esquiva la pregunta de si hoy se identifican más sospechosos en el mundo real o en el virtual. «¿Si se rastrean redes sociales? Sí. ¿Que se rastrea con métodos tradicionales? También. ¿Que hay vigilancia? Sí. ¿Que hay seguimientos? Sí. ¿Que hay colaboración internacional? Mucha y buena. ¿Que se comparte información con gobiernos amigos? Sí y cada vez más… Y hasta ahí puedo contar», responde.

Dos de los tres autores del último atentado de Londres eran viejos conocidos de las fuerzas de seguridad

A partir de ahí, un hombre o mujer catalogado de riesgo no pasa únicamente «a figurar en una base de datos». «Hay control de la actividad, se evalúa cuál es su nivel de radicalización y se adoptan las medidas que corresponda», indica la fuente, que recuerda que en todo caso «es muy difícil de controlar» que una de esas personas no cometa un ataque con un arma blanca o lanzando un vehículo contra la gente, por aludir a dos de las modalidades de atentado utilizadas recientemente en Europa.

Este mes no ha dejado de llamar la atención la puesta en libertad por parte del juez de un ciudadano marroquí vinculado al 11-M –proceso dentro del que fue condenado a 9 años y luego absuelto por el Supremo– que estaba siendo reclamado a través de una Orden Internacional de Detención (OID) por su presunta pertenencia a organización terrorista. La Policía lo había arrestado en Parla (Madrid) al poco de emitirse ese mandato. Es un viejo conocido de los agentes.

Respaldo de jueces y fiscales

No es lo habitual. La labor de los Cuerpos de Seguridad en cuanto a la captura de sospechosos de actividades yihadistas cuenta con el respaldo de jueces y fiscales, estos últimos «muy especializados» y «muy sensibles» a la amenaza de este tipo de terrorismo, también cuando se trata de adoptar medidas limitativas de derechos, como son las de control de las comunicaciones o de instrumentos telemáticos.

Los jueces dictan ingresos preventivos en prisión partiendo de la existencia de «motivos suficientes y racionales» contra el detenido, esto es, pruebas que pueden no ser muy sólidas cuando se trata de delitos «tempranos» o anteriores a la violencia manifiesta, como el de enaltecimiento. En lo que respecta a las condenas, ocho de cada diez personas que fueron juzgadas en España en 2016 por actividades de esta naturaleza recibieron una sentencia de prisión.

Nadie se atreve a afirmar que el grado de riesgo sea menor aquí, donde no se registra un atentado desde 2004, que en los países del entorno. Las fuentes ministeriales y policiales consultadas coinciden en afirmar que nunca en este periodo ha existido la tentación de subir al escalón 5, que significa posible atentado inminente.

En el nivel 4 actual, la «amenaza es latente, no podemos obviarlo», indican desde uno de los centros neurálgicos del antiterrorismo, donde se añade aquello acuñado en esta era de que «la seguridad 100% no existe». Pero también que en España «improvisamos poco», y en la base está una experiencia de décadas contra ETA. «Ya prevemos escenarios donde puede haber un atentado, donde puede haber más riego… Aunque según los últimos ataques se ve que puede ser ya en cualquier sitio», reflexiona un experto.

Los expertos observan con preocupación la «propaganda» que reciben los terroristas con la emisión sucesiva de los ataques en los medios

Sí se ve con creciente preocupación cómo los medios de comunicación se han convertido en una caja de resonancia de cada ataque. El debate tras la doble tragedia en Manchester y Londres transita por el temor a que la emisión sucesiva de las mismas imágenes y testimonios escabrosos esté distorsionando la percepción de la amenaza. Y tal vez estimulando a la ejecución de nueva violencia por imitación.

«Yo no digo que estén provocando más o menos, pero sí que es una inyección de moral para los afines a los extremistas», apunta un analista de inteligencia, que añade el dato de que está siendo la publicación de los nombres y apellidos de los terroristas abatidos en cada caso lo que está haciendo posible que el Daesh reivindique los atentados identificando en sus comunicados a esos autores, que de otra forma no acertarían a reconocer «por que no saben quienes son, no existe esa conexión directa con ellos».

«Así como el crimen organizado busca un lucro económico, el terrorismo busca desestabilizar, hacer daño, causar miedo». En una palabra, «propaganda». Y la está consiguiendo gratis.