(A Todo Momento) — En la recta final de su segundo mandato, la presidenta Michelle Bachelet, se muestra orgullosa de su legado de reformas para modernizar a Chile, conservador y desigual, pero su baja popularidad no hace justicia a su optimismo, reseña El Nuevo Herald.
Con un respaldo de 23% en las encuestas, esta hija de un general muerto por torturas del régimen de Augusto Pinochet (1973-1990), llegó al poder hace cuatro años con la promesa de llevar a cabo una transformación histórica del país más próspero de la región, que todavía no acaba de sacudirse el legado de la dictadura militar.
Su segundo mandato se vio pronto lastrado por un escándalo de corrupción que envolvió a su hijo y a su nuera, que hizo del 2015 su ‘annus horribilis’, perdiendo su gran caudal de popularidad, que no ha logrado recuperar.
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Aunque este episodio la dejó muy tocada anímicamente, la líder socialista, que heredó de su padre la disciplina y el sentido del deber, ha logrado llevar a cabo buena parte del programa con el que fue elegida con el 62% de los votos.
Para unos, no ha ido suficientemente lejos. Otros creen que la aplicación de la “retroexcavadora”, como algunos tildaron sus reformas más emblemáticas, ha sido la causa del pobre desempeño de la economía chilena, que habrá crecido en torno a 1,8% durante su periodo.
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Reforma laboral, tributaria y educación, que pretende, esta última, llevar la gratuidad a los estudios universitarios al menos para el 70% de los alumnos con bajos recursos para el próximo año, son sus reformas estrella.
Obligada por la calle, ha enviado al Parlamento un proyecto de reforma del sistema de pensiones, heredado de la dictadura, que ha dejado descontentos a casi todos.
Bachelet ha convertido a Chile en un modelo del uso de energías limpias, en particular las no convencionales como solar y eólica, que está abaratando considerablemente la factura del consumidor.
Ha cambiado el sistema electoral, la financiación de partidos, la regulación financiera y la administración de empresas, entre otras modificaciones.
Pero la última representante de una época dorada para la mujer en el poder en América Latina también quiso hacer un cambio social y logró aprobar, no sin dificultades, el aborto terapéutico, permitió la unión de hecho de parejas del mismo sexo, y en trámite se encuentra una ley del matrimonio igualitario.
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En cambio, para el próximo Parlamento quedará la reforma de la Constitución, que data de la época de la dictadura, ni logró mejorar el paupérrimo servicio público de salud que utiliza la mayoría de los chilenos.
“Hemos hecho mucho más que (Sebastián) Piñera en cada una de las áreas”, dijo Bachelet recientemente, en alusión a su predecesor, que encabeza las encuestas para tomar el testigo el 11 de marzo del próximo año en La Moneda.
Piñera ha prometido que revisará muchas de estas reformas si llega al poder de nuevo.
La reciente inauguración de una línea de metro en Santiago, que beneficiará a más de un millón de personas, así como la conclusión de importantes infraestructuras para descongestionar el tráfico en la capital, de seis millones de habitantes, sin duda pueden contribuir a cambiar la percepción del legado de la cuarta mujer más poderosa del mundo, según Forbes.
Durante su mandato le tocó lidiar con la caída del precio del cobre, el pulmón de la economía chilena, a causa de la ralentización de la economía china, su principal socio comercial, pero el optimismo se apodera de las previsiones para el próximo año.
El politólogo de la Universidad de Chile, René Jara, cree que su valoración crecerá en los últimos meses de gobierno, una vez que se defina quién será su sucesor.
“Los cambios tan drásticos para corregir las falencias del modelo de desarrollo se empiezan a ver ahora”, asegura.
Carismática, víctima de torturas y exiliada en República Democrática Alemana, a la presidenta chilena no le ha temblado el pulso para deshacerse de los críticos en sus gobiernos.
Profundamente desconfiada, según los que la conocen, la convivencia no ha sido fácil con el resto de los partidos de la Nueva Mayoría, un conglomerado de partidos que van desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista.
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Por primera vez la Nueva Mayoría, heredera de la Concertación que hizo posible la estabilidad política y el milagro económico chileno desde el regreso de la democracia en 1990, se presenta dividida con dos candidatos a la presidencial del domingo.
Pero, al igual que ocurre en otros países, la izquierda chilena está en retroceso y fuertemente fragmentada. Sólo 16% de los ciudadanos se declara de izquierda -nueve puntos porcentuales menos que hace cuatro años- pese a que seis de los ocho candidatos a la elección presidencial son de centro-izquierda.
Vía El Nuevo Herald