(Redacción A Todo Momento) Krzysztof Charamsa no salió del armario. Este teólogo polaco, exoficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo hizo estallar de manera controlada y a lo grande justo en la víspera del Sínodo de La Familia que la alta jerarquía católica celebró en octubre pasado.
La imagen que le dio la vuelta al mundo, la del cura con alzacuellos recostando la cabeza suavemente sobre la de su pareja, era precisamente la postal que el Vaticano abomina.
La explosión lo llevó a los platós y las cabinas de radio. Su mensaje era y sigue siendo contundente. “La iglesia condenó a la homosexualidad sin ni siquiera intentar entenderla”, critica Charamsa, de 44 años. Desde que dejó la Santa Sede vive junto a Eduard, su pareja, en el Eixample barcelonés. “Recibo cientos de mensajes, por las redes sociales y mi página web, de personas de todo el mundo que me cuentan su sufrimiento. Católicos convencidos que se sienten perseguidos por la misma comunidad a la que sirven y aman. Me recuerdan a mis tiempos en el Vaticano”, explica.
“Cuando la Iglesia habla de los homosexuales, lo hace como si se refiriera a otros. Usa un lenguaje que demuestra una concepción del mundo cerrada”, se queja el también exprofesor de las universidades pontificias y uno de los encargados de preparar el Sínodo. Charamsa ve en el Papa Francisco a un hombre abierto más no progresista y rodeado de prelados a los que les preocupan sus mensajes francos. “El gran problema es que se ha condenado a la homosexualidad sin casi saber nada de ella, allí no hay interés por entenderla”, asegura.
El uso del Grindr
Pone como ejemplo al último incidente de la curia irlandesa, en la que el Arzobispado de Dublín dejará de enviar a los novicios al St Patrick’s College, el seminario más antiguo de la isla, por los rumores sobre el uso de la aplicación de contactos gay Grindr en su campus. “Son medidas de legalismo, nadie se pregunta qué hay detrás del uso de esa app. Quieren silenciar un problema imponiendo sus normas, se olvidan que antes de entender a las leyes hay que entender a las personas”, critica.
Charamsa también ve al clero cerrado respecto a nuevas teorías sociales, una concepción del mundo que siendo generosos se queda en el siglo XIX. “Hay un gran temor a confrontar las ciencias sociales, le tienen pavor a los estudios sobre el género. Se les tilda de estudios ideológicos y sencillamente el debate no se abre”, lamenta.
Casi un año después, el teólogo dice que ahora tiene un conocimiento “más en primera persona” de la condición homosexual, aunque de su vida privada no quiere hablar. “Antes era más teórico, de lectura. Ahora estoy en contacto con familias, personas que sufren y que también viven su vida de una manera más transparente y feliz”, explica. Y allí ve un apostolado. “Todo esto es otra manera de ser cura, que era lo que yo quería hacer con mi vida. Buscar y entender a las personas. Si el sacerdote no está con la gente, su servicio no sirve de nada”.
Con información de El País