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El capitalismo criminal y Maduro

PEDRO CONDE REGARDIZ

El capitalismo es el sistema económico más exitoso que haya existido jamás en cuanto a la creación de riqueza, tal como lo aseveró el distinguido economista Joseph Schumpeter quien, además, señaló que ningún otro sistema había beneficiado tanto the common people (la gente común), pues el capitalismo, decía, crea riqueza a través del avance continuo hacia niveles siempre más elevados de productividad y sofisticación tecnológica, proceso que exige la destrucción de lo anticuado y el surgimiento de lo nuevo impulsado por el progreso tecnológico, fuerza determinante del proceso capitalista, esto es, lo arcaico, las empresas obsoletas, los sectores económicos, incluso la experticia humana, deben descartarse para abrirle paso a las innovaciones tecnológicas y empresariales. El sistema compensa al que se adapta y es eficiente, pero penaliza la redundancia y al menos productivo.

Este  process of creative destruction (proceso de destrucción creativa), tomando la expresión de Schumpeter, genera muchos ganadores y perdedores, al menos en el corto plazo, presentando serias amenazas a los valores sociales tradicionales, creencias e instituciones. Es más, el capitalismo puede estar acompañado de recesiones periódicas que impactan negativamente a mucha gente. Aunque el capitalismo distribuye mejor, más igual, que ningún otro sistema económico al tender a remunerar la eficacia, lo productivo, tiende también a concentrar riqueza, poder y actividades económicas, por lo cual la gente amenazada, grupos o naciones, constituyen una fuerza siempre presente que puede eventualmente perturbar seriamente al capitalismo.

Con el fin de la Guerra Fría en 1989, muchos proclamaron el triunfo del capitalismo global y para finales de los noventa los estadounidenses disfrutaban lo que la revista The Economist calificó como the longest-ever economic expansión (la expansión económica más larga): desempleo de 4%, el más bajo desde hacía treinta años, el mercado de valores rompió récord al superar el índice Dow Jones los 10.000 puntos, con su respectivo “efecto riqueza” (wealth effect). Muchos entusiastas proclamaron que en la economía estadounidense podría experimentar un boom para siempre. Pero, algunos economistas eran escépticos y alertaron que la economía estaba experimentando una speculative bubble, (burbuja especulativa) como la que vivió la economía japonesa hacia finales de los ochenta, por lo cual esa burbuja algún día estallaría, como en efecto fue en 2008.

Sucedió, entonces, el crash financiero mundial. Todos nos preguntamos: ¿cómo se llegó hasta aquí? Parecía que todo marchaba bien, la libertad política y la iniciativa individual se expandían hasta los lugares más remotos del universo. La pobreza retrocedía en Asia y América Latina, el crecimiento económico del planeta registraba una velocidad muy animada y nunca vista en la historia:

De pronto, se evidencia, por un lado, la fragilidad  de las bases financieras donde se apoyaba el crecimiento económico, esto es, un endeudamiento creciente y perverso del Estado y de los hogares, aunado a prácticas bancarias y contables muy cuestionables, es más, criminales y, por el otro, la incesante y crónica insuficiencia de la demanda estadounidense, y en los demás países avanzados, a causa del funcionamiento de un sistema económico que, dirigido por líderes de muy cuestionable naturaleza humana, arroja desigualdades sociales, económicas y políticas, alienación.

Todo comenzó con la subprime mortgage crisis (la crisis de la subprima hipotecaria), se hundió la economía estadounidense y se propagó mediante el comercio internacional hacia el resto del mundo. Se atribuyó dicha crisis a la desregulación que estimuló la iniciativa privada hasta tal punto que cayó en criminales prácticas financieras y contables. Afortunadamente el presidente Obama y el Congreso aprobaron, en 2010, la ley Dodd-Frank (Ley de Reforma de Wall Street y Protección al Consumidor) que regula la actividad financiera para evitar otro percance similar. Pero, el fundamento de la crisis fue el conjunto de decisiones bancarias criminales.

Posteriormente surgió a luz pública el caso de rigging of the interest rates, mejor dicho: manipulación de las tasas de interés, por ciertos bancos, entre los cuales: Barclays, HSBC, Scotland National Bank, sobre todo, de la tasa Libor por sus siglas en Inglés (London interbank offering rate) que es aquella a la cual se prestan los bancos entre sí. La justicia determinó prácticas criminales en el manejo de la tasa, hubo sanciones y multas.

Se supo ahora que Coca-Cola invirtió 120 millones de dólares para apoyar investigación médica que desmienta el vínculo que dicha bebida tiene con la creciente obesidad. De la noche a la mañana el precio de una droga, Daraprim, para tratar una peligrosa infección parasitaria, pasó de 13,50 dólares la tableta a 750. Rodelis, que adquirió “cycloserine”, recetada contra la tuberculosis, aumentó su precio 20 veces, aunque después lo redujo al precio que tenía antes de la adquisición.

Se sabe, todos los organismos internacionales especializados lo han investigado, que el sistema bancario internacional, sus depósitos, reservas, están muy determinadas por el “money laundering”, lavado de dinero, ya de la droga ya de la corrupción de los que detentan el gobierno en diferentes países, de donde salen flujos financieros hacia los paraísos fiscales no solo de los que buscan un escondite para sus fraudes y corrupción sino de exitosos empresarios que desean poner a salvo las ganancias obtenidas en la actividad económica, todo lo cual presiona los tipos de cambio. Todos conocemos que reconocidos bancos encuentran vacíos legales para instrumentar las llamadas cuentas secretas, esto es, mecanismos bancarios que se solidarizan con el crimen: reciben fondos del narcotráfico y de la corrupción de funcionarios gubernamentales.

También hay prácticas empresariales dolosas, éticamente cuestionables, pues una vez que un empresario invierte decide una política de precios, generadora de inflación, que le permite recuperar el capital invertido en uno o dos años, cuando lo aconsejable es recuperarlo en el transcurso de varios ejercicios; esta práctica ensombrece aún más las actividades empresariales cuando los gastos de propaganda y publicidad se imputan a los costos de una empresa, mejor dicho, cuando dichos costos se incluyen en el precio de venta significa que el comprador final, absurdamente, está pagando para que lo convenzan de comprar tal o cual producto.

El último escándalo se refiere al popular automóvil Volkswagen, cuya empresa productora pretendió engañar las autoridades reguladoras, en esta caso la EPA estadounidense (por sus siglas en Inglés: Enviromental Protection Agency), que determinó la existencia de un software en el motor para saber cuándo se estaba examinando la capacidad de emisión de gas contaminante, al detectar dicho test el software daba señales engañosas, esto es, emitía menos gas contaminante del que realmente expulsaba durante las trayectorias recorridas por el vehículo. Hay 11 millones de autos implicados y, además, 2 millones de Audis. El CEO (Chief Executive Officer), Sr. Winterkorn, tiene ya una investigación abierta. Las multas podrían llegar hasta 18 billones de dólares aunado al desprestigio de la industria alemana. No resiste el menor análisis que eso se debe a la ambición de superar a Toyota como primer grupo automotriz mundial. Más bien deberían venderse más autos si se sabe que contaminan menos el medio ambiente.

Calientica la noticia, UBS (Union de Bancos Suizos) acaba de ser multada con 30 millones de dólares en Puerto Rico por sus cuestionables prácticas bancarias, y ya lo había sido en reiteradas ocasiones en Nueva York; fueron tan graves las trasgresiones que le clausuraron la agencia, la cual pudo reponer más tarde comprando un banco activo en el mercado estadounidense.

Todo lo anterior es peor en el sistema comunista sin que haya instancias que investiguen y sancionen, de apelación, es el reino de la destrucción de la actividad económica sin reemplazo, por ello, conviene convencerse de que el capitalismo es hasta ahora el mejor sistema económico para la creación de riqueza, empleo y reducción de desigualdades, lo acaba de demostrar China, que ha instrumentado el “comunismo capitalista”, según los franceses, que consiste políticamente en el partido único, cercena libertades políticas, pero garantiza la libertad económica según principios capitalistas.

Al decidir que el mejor sistema es el capitalista, también hay que ser conscientes de que ese sistema no podría sobrevivir sin un liderazgo prudente. El liderazgo internacional debería promover la cooperación para establecer y hacer cumplir normas que regulen el comercio, inversión extranjera, y los asuntos monetarios internacionales. Pero es indispensable que el liderazgo asegure salvaguardas para los perdedores inevitables que emanan del funcionamiento de las fuerzas del mercado en el marco de la “destrucción creativa”. De modo que no es el sistema capitalista en sí, es aquella parte pecaminosa de la  naturaleza humana que distorsiona el funcionamiento, criminaliza ciertas actividades  y algunos resultados del capitalismo. Se necesitan entonces leyes, normas que enmarquen la actividad capitalista y fuertes instituciones cuyos integrantes sean insobornables para determinar los delitos derivados de la acción capitalista protagonizados por quienes actúan en empresas, dirigen emporios, conglomerados de entes productivos y comerciales. No se trata solo de sancionar empresas sino además a los responsables, gerentes.

De modo, presidente Maduro, decídase de una vez, la puerta abierta de la historia lo espera, usted puede realizar el cambio ansiado, no se trata del capitalismo salvaje y criminal auspiciado tácitamente por MUD, es otro, creativo, salir con audacia del estatismo incompatible con la dinámica de las sociedades modernas, por el país, el cual tiene condiciones para producir la mayoría de los bienes y servicios requeridos para satisfacer las necesidades de los venezolanos. Es una vergüenza, por tener ingresos petroleros se importa gran parte de lo que necesitamos, demuestra pereza, evasión improductiva, rentismo vergonzante, dogmatismo, desprestigio internacional al constatar la correlación negativa entre la riqueza de recursos naturales y la pobreza espiritual de un estrato gobernante incapaz de  aprovecharla para generar bienestar social.

No hay que temerle al capitalismo ni a grupos empresariales, siempre y cuando existan leyes reguladoras e instituciones que no desestimulen la inversión pero que salvaguarden el interés general. Este ausentismo del desarrollo ya lo sufren los venezolanos y será peor a medida que aumente la población y se agoten los recursos naturales mundiales. Entonces, tal vez, nos veremos rogando por una ración de alimentos de la escasa producción global. No se trata de jugar el papel de Casandra, ¡es simple previsión!