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Ciudad decadente: Noche de rumba, narcos y desesperación

(Redacción A Todo Momento) — Hace varios años, cuando Caracas aún era el hogar de muchos grupos de amigos, antes de que el socialismo forzara la huida de los jóvenes que no estaban dispuestos a sacrificarse en una vida llena de carencias y peligros, ocurrió un suceso que marcó la vida de tres personas para siempre.

Era la tarde de un viernes en el mes de mayo, luego del trabajo Sebastián se dirigió a la universidad con la idea en mente de que le esperaba un fin de semana para disfrutar.

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Al llegar a la facultad, se encontró con sus dos panas más cercanos: Susana, una chama muy linda de ojos verdes y larga cabellera color castaño con quien tuvo un pasado carnal pero nunca lograron establecer algo serio; y Leonardo, un chamo que no te deja morir y que siempre está dispuesto a formar parte de algún “desnalgue”.

El plan era sencillo, después de clases los tres se fueron a beber unas birras en una tasca de Chacao mientras decidían dónde pasar la madrugada.

“¿Y si nos vamos al cumple de Maritza?” – dijo Leo.

Hace días lo invitaron a esa rumba en un local de Las Mercedes, podía llevar acompañantes. Iba a haber de todo: chicas lindas, tequileros, sala de espuma y música en vivo.

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Susana no quería ir pero era eso o irse con sus amigas a tener las aburridas conversaciones de siempre.

Se hicieron las 10:30 p.m., el trío de amigos ya se sentían activados así que se fueron a comer unos perros en donde “Rulo” y de allí a la discoteca que había alquilado la cumpleañera para su fiesta.

En la puerta los recibió un Comité que te ponía un brazalete y para poder ingresar debías bajarte un shot de tequila.

En el lugar se encontraron a otros panas y en un ratico ya eran un grupo grande, aunque no todos eran conocidos.

Pasaron las horas. Ya habían cantado, bailado, bebido toda clase de licores. Cuando Sebastián vio su celular, el reloj marcaba las 2:00 a.m., todavía era temprano.

Luego de ir a orinar, justo saliendo del baño, Sebastián se encuentra a Susana con una chama que no conocía. “Ella es Michelle”, se la presenta.

Susy lucía bastante ebria, lo cual fue extraño para Seba porque ni él se veía tan intoxicado y eso que de los tres, generalmente era él quien se emborrachaba primero.

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La nueva chica, Michelle, inmediatamente puso su atención en Sebastián y se lo llevó a bailar, sonaba en ese momento “Feel So Close” de Calvin Harris. Ella le ofreció de su trago, quedaba la mitad del vaso y él se lo bebió hasta el fondo.

La música siguió sonando y durante varios minutos Michelle le tocó su erección y unió sus labios con los de él. Sebastián se encontraba en el éxtasis de la noche, nada podía salir mal.

De pronto, sintió que una mano le apretaba fuertemente el hombro, lo suficiente como para producirle dolor. Rápidamente salió de su trance y vio que era Leonardo que lo estaba llamando.

“Bueno mar***, ¿qué te pasa? ¿no ves que estoy ocupado?” Leo no le respondió sino que se dirigió a Michelle y le dijo “vete de aquí carajita ¡piérdete!”. Se llevó por un brazo a Sebastián a los baños del piso de arriba y le dijo “vomita lo que acabas de beber ¡Pero rápido, co*!”.

Él obedeció. Leo no era ningún dramático y si lo sacó así de la rumba, era por algo.

Tras expulsar de su cuerpo líquidos de todos los colores, Leo se lo llevó a un lugar apartado de la terraza y por fin habló.

“A Mariela la drogaron” – dijo Leonardo

“¿Quién co** es Mariela?” – preguntó Sebastián.

“La chama que nos presentó a esos tipos con las jevas que estaban buenísimas, estabas bailando con una, pendejo” – respondió Leonardo alterado

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Inmediatamente Sebastián pensó en Susana, “¿y Susy? ¿has visto a Susy?” – “No, la busqué pero solo te encontré a ti”, dijo Leo.

“Ella fue quien me puso a bailar con la chama esa, yo la vi burda de borracha”, expresó Sebastián sonando ya preocupado.

Ambos sabían lo que tenían que hacer: hallar a Susana y largarse de allí. Caracas no es una ciudad para drogarse y perder el conocimiento en una rumba de Las Mercedes. Puedes terminar robado, secuestrado o muerto.

Buscaron por todos lados, pero Susana no aparecía. Sebastián y Leonardo ya habían sudado lo suficiente como para sentirse sobrios y la adrenalina los puso en estado de alerta.

“A ella yo la vi yéndose con los tipos pelones esos” les dijo un pana de la universidad que se encontraron cerca de la puerta.

Esta era la primera vez que Susana hacía algo así. Por lo que ambos sabían que algo le había pasado, lo más seguro es que la drogaron.

“¿Tú sabes quiénes son esos carajos?”, preguntó Leo.

“A mí me dijeron que esos tipos eran pacos. Yo pensaba más bien que eran unos narcos, pero capaz son las dos cosas”, respondió el amigo mientras se fumaba un cigarro.

Unos tipos peligrosos se habían llevado a Susana y no tenían forma de averiguar a dónde.

Al día siguiente los llamó su hermana, su familia no tenía noticias de ella y ellos tampoco. Había que esperar 72 horas para poder denunciar.

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El domingo por la tarde Sebastián se enteró que la habían encontrado en Guatire. Presentó fisuras en su ano, quemaduras y cortaduras en sus senos.

Cuando Sebastián intentaba contactarla, no se la ponían al teléfono. Su Facebook lo habían cerrado.

A las pocas semanas la sacaron del país, ni siquiera terminó la universidad.

Leonardo y Sebastián continuaron siendo amigos, pero nunca pudieron perdonarse haber descuidado a Susana.

En una de las tantas fiestas de su graduación, Sebastián se encontró de nuevo a Michelle, se quedó mudo por lo sorprendido que estaba. Ella le dijo al oído “Quería disfrutar tu cuerpecito, hubieses venido con nosotras aquella noche”.

Al poco tiempo, Sebastián se fue a vivir a Londres, para nunca más volver a Venezuela.

Ciudad decadente es una columna que dramatiza con ficción la realidad venezolana desde una óptica del ciudadano de a pie, intensificando sus vivencias y manifestando sus emociones ante un escenario lleno de carencias, violencia, política y crisis económica.