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JUAN PABLO RABA: QUIERO AL PAÍS COMO SI FUERA VENEZOLANO

Aunque es colombiano, Juan Pablo Raba ama a Venezuela como un ciudadano más. Vivió en el país varios años y fue aquí donde su carrera tomó impulso al protagonizar cinco telenovelas entre 2001 y 2006.

Fue testigo del 11 de abril de 2002 y del cierre de RCTV, dos hitos en la historia nacional reciente. Desde afuera ve con preocupación lo que sucede desde febrero; sin embargo, no se atreve a tomar posición. Defiende por encima de cualquier cosa la unión y el reencuentro de los venezolanos y no le tiembla la voz para condenar la violencia.

No oculta la indignación al hablar de la muerte de tres de sus amigos venezolanos a manos de delincuentes: Thomas Berry, ex esposo de Mónica Spear que le enseñó todo sobre el ciclismo de montaña; y más recientemente Gustavo Giménez y Luis Daniel Gómez, deportistas con los que precisamente practicaba esa disciplina y que fueron asesinados en el Ávila.

Está casado con Mónica Fonseca y hace casi dos años se convirtió en papá de Joaquín, un papel que define como extenuante pero divertido.

—Aunque ya había trabajado en producciones de acción, ¿qué dificultades representó para usted Los secretos de Lucía?
—Es el proyecto más complejo que he hecho, sin duda, porque tiene 85% de exteriores. Además, al ser una persecución permanente teníamos que movernos no solamente en la historia, sino en la vida real. Grabamos en muchas partes de Venezuela y Estados Unidos. Estuvimos en trenes, helicópteros, aviones, carros, motos… ¡Hicimos de todo! Nunca había tenido la oportunidad de hacer tantas cosas en una sola producción.

—¿Cómo lo ha cambiado la paternidad?
—A mí me cambió el punto de vista. Cuando Joaquín nació yo tenía 35 años de edad y hasta ese momento solo había estado enfocado en mí. Digamos que esa cámara ahora se enfocó en Joaquín y eso modificó todo. Cambiaron las prioridades, la forma de ver la vida, las alegrías, la manera de amar. Es muy duro, es un trabajo extenuante, pero es lo más bonito que he sentido.

—¿Es muy tremendo Joaquín?
—Se porta superbien, como cualquier niño de su edad. Ahora, por ejemplo, comenzó a meter una escoba en un balde lleno de tierra. Pero la verdad es que Mónica y yo somos relajados con ese tema y nos gusta que él descubra el mundo. Realmente, mi hijo es muy juicioso, le ha tocado más bien duro con sus papás, que no han parado desde que nació. Ha pasado su vida en un avión porque ha ido con nosotros a todas partes. Ya ha estado en Venezuela, Estados Unidos, Argentina y Colombia. No tiene ni 2 años y ya tiene más de 10 viajes.

—Vivió aquí el 11 de abril de 2002. ¿Cómo ve lo que pasa ahora en Venezuela?
—Para mí es muy difícil opinar porque no soy venezolano, aunque quiero al país como si lo fuera. Evito hablar al respecto porque así como hay gente que lo agradece, otra se molesta. He sido muy medido con mis comentarios durante los últimos acontecimientos porque ahora la situación es más complicada que nunca. Me duelen los venezolanos como cualquier hermano latinoamericano. Lo que más me entristece es que hay un pueblo enfrentado entre sí. Así como en Colombia, no es guerrilla contra ejército, son hermanos contra hermanos.

—Este año tres de sus amigos venezolanos murieron a manos del hampa…
—Sí, he tenido este año la muy mala fortuna, la desgracia, de perder a tres amigos, a tres compañeros de algo que amo hacer: el ciclismo de montaña, una deporte que aprendí a practicar allá. Me entristecen las muertes violentas que en Venezuela parecieran no parar, la zozobra, la inseguridad, el miedo a salir a la calle, la incertidumbre que tienen los jóvenes sobre su futuro. Pero eso no tiene nada que ver con que sean venezolanos o no, porque esa preocupación la tendría así tuvieran otra nacionalidad. Deseo parcializarme por un lado o por otro, pues mi posición siempre ha sido clara en cuanto a la libertad de expresión y la de prensa. Así lo manifesté cuando se llevó a cabo el cierre de Radio Caracas Televisión. Apoyo el derecho al trabajo y a la seguridad, a tener una vida digna y tranquila. No quiero involucrarme en corrientes políticas.

—¿Qué cree que hace falta para erradicar la violencia, no solo en Venezuela sino en todo el continente?
—Hay que erradicar la mayor desgracia que hay en el planeta: la corrupción, especialmente en la política, los ladrones de cuello blanco que se ponen en el gobierno y que durante generaciones se roban las riquezas de nuestros países. Esos desgraciados, con mayúsculas, son los responsables de todos los males que aquejan a nuestra sociedad, porque por su codicia, su vagabundería y su falta de humanidad es que estamos como estamos.

—En Venezuela ha resurgido un debate sobre la responsabilidad de las telenovelas en los índices de violencia ¿Cree que la televisión incide de alguna manera en lo que pasa en el mundo?
—Primero, no creo que las telenovelas sean culpables de nada. Segundo, me parece que es una irresponsabilidad de parte de cualquier político o gobernante decir que eso sea así. En Bowling for Columbine, Michael Moore expone un caso muy interesante, que es el de Canadá. Allá transmiten las mismas producciones que en Estados Unidos y es un país muchísimo menos violento. El problema es de educación, de valores morales, de qué es lo que inculcamos en los hogares y los colegios. Culpar a la televisión de la violencia de un país es un acto irresponsable.

El Nacional