Cada día que pasa el rostro del señor Maduro se ha ido deformando de una manera tan extraña que no queda otra explicación que la de un hombre que ya no puede con la carga que le han puesto encima. Se contradice, repite una sandez, se equivoca, intenta corregir lo que ha dicho y se enreda aún más. Sin querer aligerarle las culpas, hay que reconocer que parte del desquiciamiento que lo invade obedece a la terrorífica situación del país, de la quiebra económica, de la masificación del crimen y de las redes del narcotráfico que sacan jugoso partido del embrollo político que ellos mismos han ayudado a crear en la cúpula del poder.
Pero no hay que restarle importancia a la camarilla que acompaña a Maduro, que lo rodea y le aconseja las más peregrinas ideas y proyectos desquiciados como el de la Prostituyente, que si se analiza bien no es más que una trampa que le han tendido a Maduro para, conociéndolo como bien lo conocen, llevarlo a una situación tan comprometida de la cual no podrá salir ni siquiera haciendo las grandes maromas de un equilibrista.
Han ido metiendo lentamente en el horno a Nicolás porque saben que ya fue exprimido lo suficiente y hay que lanzarlo al cesto de la basura. ¿Qué otra finalidad pueden perseguir estos últimos ataques del capitán Cabello contra los medios de comunicación? Chávez no hubiera cazado una pelea como esta en un escenario prerreferéndum tan sensible y peligroso para sus fines políticos.
Hubiera recordado que cuando un grupo de loquitos, entre ellos el capitán Cabello, le inyectó la malvada idea de cerrar Radio Caracas Televisión, se inició su calvario al punto de perder preponderancia entre los electores y perder por primera vez la simpatía mayoritaria de los venezolanos. Pues a Maduro lo llevan por igual calvario porque saben que una medida como la que ha tomado con el portal La Patilla, y luego quieren hacer con El Nacional, lo conducen a un repudio de dimensiones imprevisibles. Si a Chávez con toda su capacidad de manejar grandes masas de votantes le dieron un no rotundo, pues a Maduro ni se diga.
¿Por qué a Cabello, el Califa y al jefe de la Reveropol les interesa salir de Maduro? Pues por las ambiciones de poder de cada uno, que en verdad son cojos políticos. A Cabello los cubanos lo sacaron de la terna presidencial (y eso lo sabe el defensor Tarek William) y lo condenaron a ser el eterno segundón que siempre fue cuando Hugo Chávez estaba al mando y él le cargaba el maletín. Pero la verdad es que cargarle el maletín a alguien como Maduro es humillante y más cuando sabe que, aunque se incline y bese la alfombra, nadie en el PSUV lo quiere como presidente. Su destino es ser siempre vice de algo. Segundón, en otras palabras.
Atacar, cerrar o expropiar medios de comunicación es empujar a Nicolás hacia el abismo y abrirle la puerta a Reverol y Cabello, militares al fin, que odian a los civiles y más si son los causantes de su desgraciado momento. Por eso odian a la fiscal general y a quienes le advierten a Maduro que no pise ese peine. Aunque suene descabellado, lo cierto es que los jefes cubanos no quieren a Cabello ni a Reverol. Conocen sus conversaciones, sus contactos y sus intenciones. Es que a veces el mundo da muchas vueltas.