“Creemos que en este año de 1957 sea posible hallarle un salida pacífica, evolutiva, eleccionaria, a la difícil coyuntura venezolana, que ha estado siempre en trance de estallar en forma de violento sacudimiento colectivo”. Rómulo Betancourt. Nueva York 12 de enero de 1957.
Hay un libro escrito por el entrañable amigo y compañero Simón Alberto Consalvi, quien murió en mala hora para Venezuela, titulado: 1957 El año en que los venezolanos perdieron el miedo. Aunque hablar de esta obra de Consalvi ameritaría escribir otro libro, vamos a tratar de hacer una apretada síntesis. Es que este año se le está pareciendo a aquel de 1957 en reciedumbre y coraje. Claro, se trata de otros personajes, pero son las mismas ambiciones de unos tiranos, enloquecidos por la ausencia de respaldo societal, enfrentados al mismo pueblo decidido y sin miedo a sacudirse su yugo.
Ese libro es una recopilación que logró Simón Alberto, gracias a la colaboración de José Agustín Catalá, a quien algún día deberá rendírsele justo homenaje por su contribución a la conservación de la memoria histórica contemporánea de Venezuela. En palabras de Consalvi: “El editor recopiló y reprodujo las colecciones de Venezuela Democrática, el órgano de Acción Democrática en el exilio (México), y de Noticias de Venezuela, del Partido Comunista de Venezuela en tierras aztecas. (…) Conviene ahora (medio siglo después) volver los ojos a 1957 y descubrir que aquel fue un año singular en nuestros anales democráticos, una piedra de toque para calibrar la vocación de libertad de los venezolanos.
“El dilema de 1957 –continúa Consalvi– se concentró en la elección del presidente de la República para el período 1958-1963. Cuando la Asamblea Nacional Constituyente, nacida del fraude del 30 de noviembre de 1952, se dispuso a redactar otra Constitución para sustituir la derogada de 1947, los diputados al servicio del régimen militar tropezaron con un gran escollo. Aunque podían anular muchas conquistas sociales y políticas del texto en cuya discusión y aprobación había participado la más amplia representación pluralista de toda la historia, ellos se rindieron frente al artículo 192, que rezaba: ‘El presidente de la República será elegido por votación universal, directa y secreta, con tres meses de anticipación por lo menos al 19 de abril del año en que comience cada período constitucional, y en la fecha que determine el Congreso Nacional en sus sesiones ordinarias del año inmediatamente anterior’. ¿Cómo echar atrás algo por lo cual todo el país había clamado desde la muerte de Gómez, algo que había contribuido tan decisivamente a la crisis de 1945? No se atrevieron y el artículo 192 quedó más o menos metamorfoseado en el artículo 104 de la Constitución prêt-à-porter de 1953”.
El ex presidente Gallegos, desde México, vislumbró lo que iba a hacer la dictadura al convocar el Congreso para legislar a gusto del tirano: “Se teme que a lo mejor –o a lo peor más propiamente hablando–, tal ley salga equivalente en la práctica a la negación del sufragio universal, ante el cual no quiere comparecer el actual jefe de Estado venezolano con sus ambiciones continuistas, por lo que ya le sucedió en las elecciones de 1952 y es harto conocido, como también puede resultar que se aprovechen esas sesiones para una reforma constitucional que por lo menos contenga una prórroga de poderes. (…) Esto justamente fue la fórmula del plebiscito que no figuraba en la Constitución: la prórroga de poderes. La fórmula sacada de la copa del sombrero por los consejeros del dictador”.
Hemos dicho, en anteriores entregas, que los actuales consejeros de Maduro, parece que actúan –dirigidos torpemente por Escarrá– exactamente como lo hicieron Vallenilla y los asesores de Pérez Jiménez, cuando quiso dar el zarpazo a la Constitución para atornillarse en el poder.
Este 2017 va a pasar lo mismo que en 1957, como lo narra Consalvi: “De muy poco sirvieron las cartas marcadas, las bayonetas, los tanques, la red de espionaje y el terror. Siempre ocurre lo inesperado, 1957 fue el año en que los partidos políticos variaron sus estrategias, postularon la vía pacífica, electoral, la unidad entre ellos, la amnistía, la libertad de los presos políticos y el regreso de los miles de exiliados, la libertad de expresión y la elección directa del presidente y del Congreso. Además ocurrió la publicación de la Pastoral del arzobispo Arias Blanco contra la dictadura”. Si no es un calco de lo que está ocurriendo 60 años después, ustedes me dirán. Claro que ha sido un retroceso histórico, volvemos a las viejas consignas que creíamos superadas: Libertad, democracia, sufragio universal, directo y secreto.
Aunque parodiando a Simón Alberto Consalvi, en su honor y memoria: 2017, en fin, otra vez como en 1957, es el año en que los venezolanos perdimos el miedo. Todos en una feliz conspiración. Todos a una, como en Fuenteovejuna.