(Redacción A Todo Momento) Los recientes hechos ocurridos el pasado 3-9-2016, en el sector de Villa Rosa, en la isla de Margarita, donde el presidente de la República fue objeto (aunque el aparataje mediático del gobierno haya aparecido 12 horas después mostrando vídeos editados) de un contundente rechazo en una zona muy popular del estado Nueva Esparta, ha dejado en evidencia que revertir tal escenario bajo su conducción se hace muy cuesta arriba, y cuyas respuestas, en vez de ser orientadas a corregir las fallas estructurales del país, por el contrario, aumentan sus errores y, peor, tales acciones comienzan a traspasar los límites de la legalidad para un llamado gobierno “democrático”.
El pueblo de Villa Rosa en Margarita con sus cacerolas dejó el rey al desnudo. Ha quedado en evidencia que el gobierno sigue siendo “legal”, pero su legitimidad de origen, es decir, el apoyo del pueblo, cada día continúa socavando su funcionamiento político, administrativo y jurídico, por el empobrecimiento al cual ha sometido al país.
El gobierno para intentar tapar la crisis recurre a un libreto. Utiliza su hegemonía comunicacional de forma perversa. Ellos, en vez de aceptar los problemas, y llamar a una cruzada nacional para resolverlos, ¿qué hacen? Llaman con un discurso de enfrentamiento a las autodenominadas “UBCH”, o mejor dicho, los aparatajes que tiene el partido oficialista en las comunidades, reconocidos por ellos como el “pueblo” para enfrentar la crítica situación; verbigracia, termina convirtiéndose en la peor de las mentiras, porque el pueblo solo se mueve por el bienestar de sus familias, por el bienestar colectivo, y también por su bienestar individual, nunca por el bienestar político-partidista.
Sobre lo anterior, no vengan a descontextualizar lo que está ocurriendo con el reclamo de todo un país, y seguir comparándolo con los sucesos políticos entre 2002 y 2003. Son totalmente diferentes. Son opuestos en su dimensionalidad histórica. Aquellas movilizaciones fueron espontáneas. Había un sentimiento de lucha, precisamente individual, que se hacía colectivo en la búsqueda de un bienestar social. La espontaneidad de las movilizaciones multitudinarias en la actualidad es para exigir un referéndum revocatorio. Chávez era un presidente amado. Maduro es un presidente repudiado. ¡No lo han entendido!
La segunda lectura está en la forma de actuar de Maduro y sus tartufistas. La praxis desde que asumió el poder en 2013 ha agravado la situación económica y social de los venezolanos. Hemos pasado de una inflación de dos cifras altas en su primer año de gobierno, hasta superar las tres cifras en 2015, con una proyección para 2016, las cuales apuntan hacia casi las cuatro cifras. Esa desquiciada “suerte” de alta inflación, combinada con un decrecimiento económico, y una escasez brutal de alimentos, medicinas y bienes esenciales, ha generado un oxigonio de ingredientes económicos para construir pobreza y miseria.
Y ante ello, ¿cuáles han sido las declaraciones de los ministros de economía que han ejercido tales despachos? Pues, frases infelices, al punto de que entre los dos últimos ex funcionarios de esa cartera ministerial, se conjugó un oxímoron de torpeza, el cual no creo que haya sido pronunciado en nuestra historia republicana: uno dijo que “la inflación no existe”, y quien le sucedió, que se había proyectado “una inflación de 900%”. ¿Qué revela eso? ¡Simple! Una total improvisación en el manejo de la economía.
Sin una clara rectificación en el área económica, ni Maduro ni cualquier otro político vinculado con la cúpula oficialista podrá obtener algún triunfo electoral. Lo explicamos en los términos que ellos aplican para “justificar” la negación al referéndum revocatorio. Los lapsos no dan. Aunque llegaran de manera moribunda hasta 2018, en dos años, jamás se revertirá el deterioro sobre el nivel de vida de los venezolanos. Esa es la verdad.
Maduro se quedó sin liderazgo. Solo controla una cúpula de burócratas y de militares. El país, en su mayoría, en una cola para comprar alimentos, en la parada de autobús, en la estación del Metro, en la “escuálida” mesa de los venezolanos, en los hospitales, en la quiebra moral de las escuelas y liceos, en los distintos medios que no son controlados por el gobierno, en las redes sociales, en los diálogos del día a día en toda la geografía del país, y hasta en los resultados de los diversos estudios de opinión, se manifiesta que el presidente de la República tiene un alto rechazo in crescendo. Si Maduro tuviera un mínimo de sindéresis, renunciaría, y permitiría constituir un nuevo gobierno para reconstruir el desastre en que yace Venezuela.
La bradifrenia se apodera del gobierno. La anomia hace metástasis. El hambre recrudece en el país. Maduro debe saber que está colocando a Venezuela al borde una inminente explosión social de términos incalculables. Tiene en sus manos dos caminos: la guerra o la paz. Con la salvedad de que por el camino que está transitando nos lleva hacia la auténtica guerra, en donde el color rojo no será una multiplicada presentación de inmensas vallas publicitarias o afiches de candidatos políticos para una confrontación electoral. Se acerca el exilio de Maduro.