Por: Willy McKey
El 18 Brumario de Luis Bonaparte es ese texto de Karl Marx que empieza parodiando a Hegel, diciendo aquello de que es cierto que la historia ocurre dos veces, sólo que la primera como tragedia y la segunda como farsa.
Más allá de la manida frase (y tratándose de Marx) quizás sea útil revisar las circunstancias históricas en las cuales se escribió. Cuando un amigo de Karl Marx quiso sacar un semanario político en Nueva York, le pidió que lo ayudara contando la historia del golpe de Estado que acababa de dar Luis Bonaparte en París el 2 de diciembre de 1852. Marx aceptó. Fue entregándole un artículo semanal (con cierta clave de crónica). La publicación que querían llevar adelante no prosperó, pero el esfuerzo derivó en la revista Die Revolution. Y ahí fue donde se publicó por primera vez ese cuadernillo conocido como El 18 Brumario de Luis Bonaparte.
En diciembre de 1851 el presidente de Francia era Luis Napoleón Bonaparte. Si uno se guía por los cronistas, tenía un evidente deseo de mantenerse en el poder. Sin embargo, empezó desde el voto popular: había sido electo el 10 de diciembre de 1848 con más de cinco millones de votos, ganándole a Louis-Eugène Cavaignac. Su eslogan “No más impuestos, abajo los ricos, abajo la República, larga vida al Emperador” tenía, usando términos contemporáneos, mucho punch. Sobre todo porque al mismo tiempo en la campaña prometía rescatar los valores tradicionales y proteger a la Iglesia Católica de la amenaza liberal. Además, era el sobrino de Napoleón I, quien ya estaba en la memoria de los franceses como un héroe.
Al año siguiente de su elección a los franceses les correspondía elegir a sus representantes en la Asamblea. Ganaron los monárquicos. Ya en 1850, aquella Asamblea eliminó el sufragio universal (sólo ejercido por los hombres) y se vuelve a la figura del voto censitario: ahora no escoge el pueblo, sino la Asamblea. Y ahí empieza un estira y encoge: Luis Napoleón presiona para aumentar la duración del mandato y la Asamblea se le opone. Hasta apuestan por lo simbólico, al declarar el 15 de agosto como fiesta nacional en Francia, el día del cumpleaños del tío Napoleón. Y así llegamos a lo que cuenta Marx y se considera la decisión que condenó a Napoleón III: meterse con la Asamblea.
El Emperador decide disolver el Poder Legislativo e instalarse como dictador. Luego se hizo un plebiscito para establecer el Segundo Imperio Francés y, superada la crisis, de ahí en adelante la represión violenta contra cualquier fuerza opositora fue la característica más relevante del ahora llamado Napoleón III. Es decir: al mandatario no le quedó otra que asumir la figura de un régimen autoritario y sus apoyos más importantes eran la Iglesia, el ejército y el nuevo orden social que se había establecido. Tanto el ejército como esta burguesía estaban bastante acomodados, gracias a las prebendas obtenidas por la cercanía al poder.
Napoleón III no tuvo el más mínimo problema para mandar: tenía al ejército de su lado, había logrado que las pocas voces opositoras se callaran y a la economía le estaba yendo bastante bien. Cabe acotar que esa fortuna fue empleada con mucho tino en política exterior y relaciones. Pero eso fue hasta 1860. Cuando las cosas empezaron a fallar, en buena medida por la corrupción y los cambios en la economía, la Iglesia se retiró de su lado y (como si les dijera “Podéis ir en paz”) se llevó consigo a los burgueses. Y entonces, al menos según cuenta Marx, así ya era muy difícil mantener las apariencias de modo que el poder de Napoleón III viró un poquito hacia la izquierda y en 1861 decidió que las Cámaras empezaran a manejar los presupuestos y en 1864 aparecieron el derecho de los trabajadores para asociarse y a la huelga.
Y entonces algo salió mal en la política exterior, porque algo salió mal en la economía y sin aquella fortuna era muy difícil mantener las apariencias fronteras afuera y el orden fronteras adentro. ¡Y además se perdió México! Ahí Napoleón III intenta recular en cuanto al origen del desastre.
Ya para 1868 lo que durante años se llamaba “oposición” empezó a resultar la única opción. Esto sucedió justo cuando dejaron de creer que con la simple sustitución del Emperador se resolvía todo (principalmente porque cada fracción tenía su manera ideal para salir del emperador). Decidieron articular una idea de proyecto común que se sometió a plebiscito en 1870. Y ganaron.
Robos de bancos. Reuniones nocturnas y clandestinas. Discursos memorables. Peleas internas en el Poder. Peleas internas en la oposición. Hay de todo en el auge y caída de Napoleón III. Sin embargo, lo memorable terminó siendo su gran error: irrespetar a un congreso que terminó convirtiéndolo en el objeto de cada acción política respaldada por el poder popular. Y con eso sólo consiguió anular políticamente su visión y la de sus seguidores. Murió en el exilio, tres años después de aquel plebiscito.
El germen de toda esa historia está en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, ese mismo texto que empieza parodiando a Hegel y dice aquello de que la historia ocurre dos veces y que la primera es una tragedia y la segunda una farsa. Si usted desea leer ese cuadernillo marxista, puede descargar el archivo PDF de la web de formación del PSUV, el partido de gobierno en Venezuela desde hace diecisiete años. Tengo la sospecha de que más de uno en el partido lo está leyendo aunque, quizás confundidos por alguna desviación pequeño burguesa, se han dejado llevar por el hábito de seguir instrucciones y obviaron algo importante: este texto de Marx es un trabajo histórico, no un manual.
Y cuando se comete una omisión de ese tipo existe un peligro enorme: creer que estás haciendo historia y olvidar que la paradoja de leer Marx a destiempo te convierte en el autor de una farsa, pero sobre todo en su primera víctima.
Escrito por: Willy McKey