(A Todo Momento) — El problema no es el diálogo sino quienes dialogan | Por Armando Martini @ArmandoMartini
Decía el padre Virtuoso, rector de la Universidad Católica Andrés Bello, que en Venezuela se está “pariendo con sangre, sudor y lágrimas una salida democrática, pacífica y constitucional”. Ningún ciudadano de principios éticos y valores morales, padre o madre, empresario, trabajador, profesional, nadie en este país destrozado, en sano juicio, puede dudar ni un segundo que debemos lograr, más que una salida, un punto final, cierre del libro y a otra cosa en paz, con la ineludible y activa participación de la ciudadanía.
Una negociación entre iguales, no resolverá los problemas del país. No es inventar una esperanza falsa, que políticos crean. La oposición que reclama valiente, difiere y se opone férrea a un diálogo sin condiciones considerándolo inmoral, falto de ética y contrario a las buenas costumbres ciudadanas, constituye traición a los venezolanos, salto al vacío, burla e irresponsabilidad, porque no logra un cambio real, profundo, radical del sistema corrupto, ruinoso y fracasado, sino que invita a la complicidad, amancebamiento y contubernio societario.
El problema no está en cuál es la salida, sino quiénes dirigen la búsqueda, y allí sí podemos –tenemos el derecho, tanto como el deber– de preguntar, cuestionar, exigir claridades. Se puede comprender que ciertos detalles no puedan ser revelados o discutidos, pero es constitucional, democrático, elemental, ser informados. ¿Qué se pretende intentar?, ¿con quién se va a dialogar?, ¿qué van a plantear y defender?, ¿quiénes son los participantes, que actuarán en nombre de los ciudadanos? ¿Se ofrece impunidad a los ladrones del botín sangriento hurtado y sus socios comerciantes?, ¿cómo se recupera lo robado?
¿Se permite la continuidad del llamado Cartel de los Soles y su operación?, ¿cómo se derrota el narcotráfico y la guerrilla? Si hay convivencia y los putrefactos corrompidos integran o subsisten dentro del nuevo gobierno, ¿cómo se garantiza una administración pulcra? Y así un largo etcétera de interrogantes. Tenemos pleno derecho a que se nos consulte, informe que se dialogó y a cuáles conclusiones se alcanzaron. No días más tarde, cuando el contrario revela detalles, algún comunicador logra sacarle algo a una fuente o alguien reclama con firmeza la perversidad de silencios y escondrijos.
¿Hay partidos y grupos parlamentarios que no forman parte de los diálogos porque no quieren, o nunca fueron informados ni invitados? ¿Dirigentes políticos, sociales, empresariales, sindicales que no pertenecen a entornos y nebulosas dialogantes, porque no transigen, o no se les ha planteado nada para transigir?
El régimen anuncia con bambalinas el retorno a Noruega/Barbados, alelados de la Casa Amarilla celebran triunfantes y el G4 gustoso se muestra entusiasta y dispuesto a regresar. La proposición de separación del usurpador y encargado sigue vigente, además de la estulta proposición de un gobierno paritario. Traicionando al pueblo, violando la Ley del Estatuto que rige la Transición; cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres y transparentes.
La desvergüenza insolente sería que la Asamblea Nacional bendiga y la cubana constituyente santifique. Sin embargo, la condición que dificulta el impresentable pacto es la eliminación de las sanciones con la excusa de estabilizar la economía y tener una campaña electoral equilibrada. Volver a la mesa es absurdo. Un conflicto entre la indagación de un sentido intrínseco, objetivo a la vida humana y su inexistencia.
Con razón y pleno derecho se opina sobre la necesidad de intervención extranjera. Más de uno imagina, como en las viejas películas, a un John Wayne o Clint Eastwood entrando a la carrera, ametralladora y bayoneta en mano, o quizás cayendo en paracaídas sobre Miraflores, el Museo Militar o Fuerte Tiuna. Pocos recuerdan la destrucción de Colonia, Dresde, Maguncia –casa y taller de Gutenberg– y Berlín; fueron arrasadas, hechas pedazos. No siempre afortunadas en defensa de la democracia y libertad.
Corea terminó en un ¿empate? bueno para el sur que en democracia se convirtió en una nación próspera y emprendedora; malo para el norte, armados, obedientes, flacos, aplaudidores de su líder testamentario. En Vietnam los interventores se retiraron espantados, el denostado comunismo ganó, se hizo independiente y derivó progresivo hacia la democracia y bienestar. En el Medio Oriente las intrusiones militares concluyeron en mortandades, arruinados y millones emigrando, fenómeno, que los venezolanos estamos descubriendo.
La solución no es simple, exige sangre que ya se ha derramado, sudor que nos sacamos del alma y lágrimas que vertemos ante la torpeza y empecinamiento en viejas costumbres que nos trajeron a esta desolación. El procedimiento no es de componendas y arreglos, son recursos finales, en democracia se debate. Pero antes tiene que haber seguridad y coraje del hasta aquí llegamos, ya no va más, la intransigencia ética se impone.
No puede bastarnos un diálogo del cual poco o nada conocemos, integrado por quienes no tienen legitimidad y son consecuencia de lo que nos trajo a esta desgracia. El diálogo es parte de una labor común, integrada, para frenar el desastre, erradicar la corrupción y hacer justicia a la complicidad, no para compartirla en conchupancia.
Estamos obligados a construir un camino propio con libertad ciudadana y compromiso personal, junto con la gestión adecuada de arbitraje al estilo siglo XXI, la misma en la cual el gobierno interino falló estrepitoso, creada y diseñada para ayudar a los venezolanos, con suficiente respaldo
Pero un auxilio que no sea solo para alimentos y medicinas, sino que también someta a la justicia imparcial, arreste, castigue a los causantes ejecutantes y socios comerciantes de la tragedia venezolana.