Desde el nefasto día en que apareció, el 4 de febrero de 1992, la revolución bolivariana se ha establecido como política de la muerte. De su acto de presentación ante la sociedad venezolana, es imborrable el más de centenar de muertos y las incontables personas que resultaron heridas durante el golpe militar. Desde ese primer momento, la muerte ha campeado en todos los escenarios de la vida pública venezolana. Los gobiernos de Chávez y Maduro han sido de continua expansión de acciones cuya finalidad ha sido la de acabar con la vida de personas, familias, comunidades, instituciones y empresas.
En casi 2 décadas, han liquidado más de 300.000 empresas, a un promedio de casi 80 empresas por día. La destrucción del empleo ha sido feroz, como feroces fueron los despidos de los más de 20.000 trabajadores de Pdvsa, a los que se despojó de sus empleos, en abierta violación de sus derechos, con Chávez, el humillador, tocando un pito en cadena de televisión. Tanto las empresas como las fincas productivas que fueron expropiadas son ahora mismo una expresión más de la pura ruina. Matar una parte considerable del aparato productivo nacional ha sido, desde el primer día, el lineamiento sistemático que ha conducido a la mortandad por hambre y enfermedad, que es la indigna penuria a la que hoy se enfrentan las familias venezolanas.
Una lista muy general de las muertes ejecutadas por el régimen tendría que incluir: muerte del valor de la moneda, de los indicadores de la productividad, de la meritocracia remplazada por el clientelismo y el nepotismo, de las cadenas productivas, de la industria venezolana, de los incentivos para la producción, de la transparencia informativa, de la verdad. El régimen también ha matado la dignidad de la representación del país en el exterior, y ha designado un circo ambulante, que va de foro en foro, para vergüenza de nuestro gentilicio.
Se ha intentado matar el sistema educativo, destruir la calidad de la educación en todos sus niveles; se han introducido contenidos de carácter panfletario que atentan contra los que son clave de toda educación básica; se han puesto en marcha planes para la destrucción de las universidades nacionales, porque ellas no se han plegado a los lineamientos del gobierno; se han contratado como docentes a personas que no tienen ninguna competencia para afrontar con suficiencia la enorme responsabilidad de educar a niños y jóvenes.
Se han liquidado las libertades individuales; se ha violado la Constitución una y otra vez: a la Constitución se le asestan golpes y heridas todos los días, la más reciente, el asesinato del precepto de la inmunidad de los parlamentarios. Se ha liquidado la autonomía de los poderes públicos. El gobierno viola la ley todos los días. Mantiene más de un centenar de presos políticos sin justificación alguna. Se ha matado la esperanza, el deseo de vivir en Venezuela, la necesidad de un proyecto de futuro.
Pero el programa de exterminio ha ido más lejos todavía: se ha estimulado el auge de bandas de delincuentes que, además de asesinar a niños y adultos indefensos, en todo el territorio, se apropian de ciudades y zonas enteras, imponen sus leyes, prohíben la acción de los cuerpos policiales, someten a la población a sus dictados: matan, roban, secuestran, descuartizan, ejercen una violencia ilimitada que ha robado las calles y los espacios públicos a los ciudadanos, y ha empujado a la emigración forzada a más de 2 millones de personas, especialmente jóvenes de todo el país y de todos los sectores sociales.
¿Termina aquí la descripción somera del exterminio de los venezolanos y de Venezuela? No. Falta mencionar el hecho más doloroso e indignante que es el estado de hambre y enfermedad al que se ha sometido a varios millones de familias. Se ha llegado a este punto: todos los días mueren personas por desnutrición o por falta de medicamentos. Los analistas que hace algunos años anunciaron que Venezuela alcanzaría los indicadores de la África subsahariana, que entonces parecían extremos, no se equivocaron: hasta las enfermedades que habían sido erradicadas han vuelto como consecuencia del empobrecimiento sistemático de todos, salvo de la oligarquía corrupta que se ha atrincherado en el poder.
Consulte el lector la definición de la palabra genocidio en la página web de la Real Academia de la Lengua, y certificará lo que copio a continuación: Genocidio es la exterminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad. Ese es, justamente, el carácter del régimen: un régimen genocida. Un régimen dedicado al exterminio de los venezolanos y de Venezuela.