Inicio > Especiales > Opinion > Editorial El Nacional | La resistencia continúa

Editorial El Nacional | La resistencia continúa

Más allá de las especulaciones y de los rumores, aupados por la contrapropaganda del oficialismo, la resistencia democrática continúa fortaleciéndose en la misma medida en que hace presencia dura y pura en las calles, en las instituciones arrebatadas al militarismo madurista y, por supuesto, al crimen organizado y el narcotráfico.

De esto último no queda duda que es la gran amenaza que pervierte no solo el equilibrio de la democracia, sino el rescate de nuestra descalabrada economía y de la necesaria derrota de la inseguridad que reina en la actualidad.

Decir narcotráfico es decir crimen y muerte, corrupción y perversión de nuestra juventud y de la vida diaria. Lamentablemente, el narcotráfico ha penetrado en ciertos sectores del Estado que antes eran una garantía de seguridad como la policía, la Guardia Nacional, el Ejército y se han ido aliando con los líderes oficialistas y sus familiares y amistades.

Que los sobrinos de la pareja presidencial estén bajo proceso en Estados Unidos, que por los aeropuertos militarizados salgan los cargamentos de droga, que por los puertos de embarque de los tanqueros petroleros se envíe cocaína al exterior no es más que una parte de la tragedia que sufre un pueblo cansado de que lo engañen y le mientan.

De allí que los sectores democráticos tienen una gran tarea que cumplir si en verdad se quiere restablecer la tranquilidad y la paz en nuestro martirizado país. No es una tarea que resulta fácil porque los intereses del crimen organizado son transnacionales y aún más peligrosos porque no soltarán esta mina de dinero que nunca pensaron poseer. Han tenido la suerte de conseguir un pichón de dictador escaso de meninges, además de torpe e inepto en sus reacciones y actuaciones.

¿Por qué tratamos este tema cuando la calle arde y los jóvenes se sacrifican cada semana? Porque el fin se avecina y el país debe limpiar las malas hierbas para que el campo pueda ser sembrado de nuevo. Partamos de una idea inicial escasamente simpática, pero que es una realidad inevitable: este país no lo podemos reconstruir solos.

Ya esta forma de socialismo miserable y demacrado está boqueando en Cuba, un país menesteroso que ha perdido su orgullo político, su estética revolucionaria y que, por ello, debe sentarse en una esquina a esperar que una nación dadivosa le coloque en la mano una limosna. Pero ya Venezuela no puede porque debe ocuparse de su propia gente, que mantiene su orgullo pero pasa hambre.

Si los venezolanos que hoy nos acompañan en las marchas democráticas, sean del partido que sean, no entienden que no podemos escoger la ruta del hambre, de la pobreza, del crimen, del narcotráfico y, lo que más dolor nos da, que nuestras jóvenes acicateadas por el hambre y la miseria se conviertan en “jineteras” de un turismo que vive de viejos pervertidos llegados del exterior, entonces estamos perdidos para siempre.

¿Es necesario decir, a estas alturas, que podemos alejar ese futuro si acudimos a votar este glorioso domingo 16 de julio por la libertad, por nuestras hijas, por nuestros padres y su merecida vejez tranquila, por nuestros vecinos que viven asustados por el hampa y la policía, por los niños que mueren abandonados de toda esperanza mientras un presidente tonto baila para hacer creer que somos felices?