(A Todo Momento) — Chantaje absurdo y sin sentido | Por Armando Martini Pietri @ArmandoMartini
La desunión de la oposición preocupa. Sin embargo, la gran mayoría estamos unidos en la imperiosa necesidad de salir del régimen opresor. Es inmoral quienes promueven la unidad obviar sus fracasos y repartirlos por igual entre quienes no tuvieron responsabilidad y fueron ignorados. Hay que asumir débitos y cancelar deudas, sin acomodos desvergonzados. Deben hacerse a un lado y dar oportunidad a nuevos actores. Los que critican al gobierno por perpetuarse son quienes se eternizan, faltos de palabra, desconocimiento intencional y egoísta el problema, hoy nos tienen sin avances en la unidad bien entendida.
La unidad opositora se ha quebrantado, entre opositores auténticos que han asumido la vanguardia ante la dictadura asumiendo las consecuencias de sus acciones en defensa de la integridad nacional, y los afiliados ambiguos, dialogantes, que en su complaciente complicidad prefieren dejar libre a las ejecutorias del régimen, calmando las aguas en diálogos mentecatos, postergando la protesta y apostando a espacios electorales, que son migajas y limosnas.
Es improbable una unidad sin principios éticos y morales. Egos, falta de compromiso e incumplimiento de la palabra empeñada, negociaciones oscuras y desesperación por considerarse herederos del post-chavismo hicieron efecto entre los jefes opositores, comenzando una guerra intestina promovida por el régimen, intereses financieros y políticos pescando en río revuelto. Ocurre, negarlo es de tontos.
Alardes e hipocresías, sin determinación firme de hacer algo, propósito de enmienda ni contrición. Un insulto a la inteligencia de los vociferantes con interés de exigencia obligada, intimidación y amenazas, coaccionando la aspiración mayoritaria de una población deseosa de cambio mientras muere de hambre y problemas de salud.
Afortunadamente pocos sucumben al chantaje de una “unidad” para beneficio de pocos, y la inconsistencia entre lo que se defiende y lo que se hace. Estafadores emprenden nuevas mentiras y diálogos que se enmarañan, distancian, obscurecen perspectivas y pierden el horizonte, mientras los estafados aprenden en carne propia a no creer en aromas de fragancias envenenadas.
Se entrampa a los ciudadanos en requerimientos coercitivos, demandas de unidad como requisito forzoso para rescatar al país de esta ignominia llamada socialismo del siglo XXI, con el deleznable argumento de que atacas a la oposición más que al régimen. Algunos tramperos esconden la impunidad viciosa en la que se cobijan. Guardar silencio los convierte en colaboradores de la porquería en que están inmersos políticos y no políticos que se benefician, usufructúan y lucran del absolutismo. Han hecho de la unidad un negocio fraudulento en la que participan activamente, y trabajan para mantener el estatus que precisa quien gobierna para sobrevivir y permanecer.
Naciones serias y responsables, se mueven por escenarios. De allí la importancia de la unidad opositora, no tanto para salir de un régimen que cerró la vía electoral -que tontos se empeñan en continuar- sino para gobernar después. El respaldo de los poderes internos y externos sólo lo tendrá quien asegure una unidad amplia a su alrededor; no podrá ser encubridor, corrupto, compinche ni payaso de la dictadura. Hay que asumir la realidad, nos guste o no, sobre personajes que no califican para ser opositores. La opinión pública no aceptaría la imposición. Lo importante es el plan, definir los mínimos y comprometerse con ellos.
Venezuela clama por una plataforma opositora con solidez ética, de principios y buenas costumbres ciudadanas que, en base a coraje, inteligencia, estrategia y coherencia, deje de lado el interés personal y partidista, entendiendo que primero es Venezuela, y se dedique con propiedad a salir del régimen opresor. Aludir con petulancia a una exhortación unitaria que no admite limitaciones ni condiciones, sin preocuparse de los resultados, no es la unidad vigorosa y valiente, que tiene un precio muy alto que muchos políticos, politiqueros y cooperantes no están dispuestos a pagar.
Mil veces preferible y confiable una ciudadanía intransigente que demande y reclame sus derechos con pasión, exigencia, severidad y sea así infatigable acusadora, que una sociedad encubridora, tolerante, resignada y complaciente.
Para que la unidad sea factible, sustentable hay que definir sus integrantes. Jamás incorporar a los fracasados de siempre, infiltrados y blandengues improductivos consecuentes con la complicidad bajo cuerda, corruptos cooperantes. Si no está clara la intención y propósito que dé sustento y justifique la unidad pretendida, será un fracaso. No es ni puede ser requisito el pensamiento único, sólo es indispensable tener intenciones, planes, destrezas, cualidades comunes y ejecutables, que puedan lograrse y den resultados.
La unidad bien definida será valiosa en el momento adecuado para resolver el problema que enfrentamos, siempre que no sea usada para mantener status, esconder errores o diluir carencia de posiciones. Unidad hay en la población: un 85% quiere un cambio ya, no les importa el cómo.
Un dramático llamado a la conciencia ciudadana, para unirse tras el objetivo de salvar la República y su democracia sin imposiciones ni amenazas, porque se afecta a millones de venezolanos que pagan prisión política, clandestinidad, destierro o muerte. Y, aún más lejos, malversando el espíritu unitario que alienta a los líderes de las protestas mediante brutal chantaje al retiro de sus exigencias y al regreso, abandonados, a sus hogares.
Quienes quieren unidad ven con angustia la fractura, saben que la falta de cohesión arruina la eficacia de la resistencia que opone la mayoría de los venezolanos, crea incertidumbre, hiere el entendimiento y promueve la desesperanza. Son muchos los llamados para detener las acciones que confiscan la democracia; los reclamos por liberar al país consientes que no es posible confiar en la negociación con un gobierno delincuencial, salvo si el tema a discutir es su salida del poder, y dar inicio a la solución de este drama, salir de la dictadura y hacer elecciones libres, no lo contrario, como plantean promotores militantes apaciguadores, que irresponsables se unen a la voz acusatoria de calificar violentos y radicales a quienes han logrado la proeza de conmover al mundo con el sacrificio de sus vidas, cuando al fin ha escuchado los gritos desesperados de auxilio.
Sebastián Haffner, periodista, escritor e historiador alemán, agudo analista, radical opositor del horror nazi, manifestó, “los culpables del ascenso al poder de la barbarie nazi fueron quienes, acosados por su propia cobardía, pusilanimidad y mezquinos intereses grupales, se negaron a unirse y hacerle frente, con lucidez, virilidad y desprendimiento”.