(A Todo Momento) — El camino electoral | Por Eleazar Narváez Bello
Me tomo un café con un colega y amigo en el cafetín de Ingeniería de la UCV. Allí, enfrente del familiar pasillo de los puestos de librería, espacio inolvidable que concita los más variados y agradables recuerdos. Entre unos y otros comentarios, la pregunta no se hace esperar en esta amigable conversación. Una que está en el ambiente en estos días de oscuridad e incertidumbre en el país.
—¿Vas a votar en las presidenciales? –me interpela el compañero docente.
—Quiero votar para elegir y decidir, no solo para participar en esa contienda –le respondí.
Sabemos que ésa, entre otras, es una de las respuestas posibles cuando a los venezolanos se les hace la misma pregunta en las actuales circunstancias. Es parte de un espectro de opiniones con sus matices. De puntos de vista que suponen caminos distintos para enfrentar y resolver la espantosa crisis que ahora sufrimos. El camino electoral es uno de ellos. Sin embargo, en el mundo opositor no todos lo consideran así, y quienes hoy dan señales de estar de acuerdo con esa ruta no coinciden en cómo transitarla. Las diferencias son evidentes y también muy importantes.
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Dos posiciones destacan en la asunción de la vía electoral en el campo opositor. Algunos piensan que se debe participar con la candidatura de Henri Falcón, aun cuando no se cuente con el apoyo del sector mayoritario de la oposición. Confían en que pueden sacarle provecho a la situación que revelan las estimaciones de diversas encuestas: que el candidato oficialista tiene un elevado nivel de rechazo en la población y además existe un porcentaje alto de la gente que desea un cambio.
Datos que les sirven de aliento para creer que podrían lograr una victoria contundente y derrotar cualquiera tentativa de fraude. Otros sostienen la idea de no participar y desconocer los resultados de ese proceso viciado concebido por el régimen para legitimar y estabilizar en el poder a Maduro, por lo cual exigen elecciones libres, justas y transparentes, es decir, una nueva convocatoria con las correspondientes garantías y condiciones estipuladas en la Constitución y la Ley orgánica de procesos electorales. En tal caso se considera que ello puede conquistarse con la fuerza y la motivación de una unidad amplia, mediante el diálogo con actores diversos, con la generación de una mayor presión en el ámbito nacional que sintonice con la actual presión internacional y con movilizaciones de mayor beligerancia y contundencia con los sectores sociales más vulnerables ante la crisis.
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A la fecha de hoy el panorama no está claro. Serias preocupaciones surgen con cada una de las opciones antes señaladas. En el lado de los que han decidido participar en las elecciones del 20-M, da la impresión de que se subestima la renovada capacidad de cometer fraude por parte del régimen.
La misma que se evidenció de manera descarada a partir de las elecciones de la ilegítima y fraudulenta ANC. Y pareciera también que no hay plena consciencia de las propias limitaciones organizativas para evitar el fraude y transformar de manera significativa el descontento popular en votos efectivos a su favor. ¿Y qué decir de quienes apostamos por unas elecciones libres? Muy poco se sabe sobre la concreción efectiva y la activación de esa unidad amplia de la que tanto se ha hablado desde el pasado mes de febrero. Aún está por verse la estrategia y se desconocen las acciones que se tienen que realizar antes, durante y después del 20-M.
Muy lamentable y hasta irresponsable sería que nos limitáramos a sostener únicamente que no vamos a participar en esos comicios fraudulentos, y no hagamos lo posible por perfilar y construir el camino necesario para exigir y conquistar las elecciones libres que deseamos. Y, por supuesto, resultaría peor si decidiéramos, bajo el argumento de que es preferible a la abstención, participar resignadamente en un proceso demasiado viciado que nos condena a la derrota de antemano.
Tiempo para afincarnos en nuestras convicciones democráticas y perseverar en la lucha por aquello que más le conviene al país, sin claudicar ante la trampa electoral propuesta por el régimen. Sin desmayar, hay que insistir en construir y transitar ese camino que nos lleve a unas elecciones libres.