(A Todo Momento) — Bachelet no escuchará todas las voces | Por Armando Martini @ArmandoMartini
Ella dice que sí, que escuchará a todos, ¿a los centenares de familias y abogados, sin contar ONGs, con presos políticos? ¿Cuántos hospitales abandonados a su suerte visitará? ¿A cuántos padres de familia dedicados a buscar entre basura algo de comida para llevar a sus casas conocerá? ¿Cuántas informaciones sobre torturas, abusos, violaciones ya hechas habituales de los Derechos Humanos analizará en las pocas horas que pasará en Venezuela?
Que nos visite ¡por fin! la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos es bueno, ¡qué duda cabe!, pero claramente insuficiente y tardía. Conveniente, apropiada, pero escasa. La crisis venezolana trasciende desde hace ya tiempo los alcances de cualquier organización de defensa de unos derechos ciudadanos que, seamos sinceros, hace rato fueron descartados por el mismo régimen que lleva años aferrado al poder.
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Reunirse con víctimas mortificados, atormentados familiares, ONGs angustiadas, será bueno, pero sólo saludos a la bandera, los archivos de su despacho deben estar inundados de abusos de todos los días. La señora Michelle Bachelet se supone especialmente sensible a esas violaciones, ella misma fue víctima de una dictadura asesina en su país. Pero han pasado muchos años en Chile, ahora mandan nietos y biznietos de los perseguidos, así como en Venezuela la juventud que todavía protesta en las calles, y quienes la reprimen con ferocidad inaudita, no son los que sentaron bases para el asentamiento de la tiranía, sino quienes nacieron dentro del venenoso socialismo del siglo XXI, crecieron con el horizonte rojo frente a los ojos, y conocen la democracia por referencia.
¿Visitara las cárceles? ¿conocerá y dialogará con presos políticos? ¿Ha leído la señora Bachelet la montaña de acusaciones, denuncias, imputaciones, evidencias fotográficas, pruebas, indicios, reclamos que abruman su oficina y las de sus colaboradores? Maravilloso que nos visite, disfrute unos días de las calles vacías de la que fuese una de las capitales más enrevesadas y populosas de América Latina, sienta el ahogo de estar rodeada de guías oficiales, como en Corea del Norte, pedigüeños de atención, como en la Cuba de los Castro, guardaespaldas para protegerla no sólo de asesinos, ladrones y atracadores, sino de quienes tengan la osadía y se atrevan a hacerle personalmente sus denuncias.
Sabroso que entre a salones y reuniones, sea cuidadosamente atendida, rodeada por funcionarios bien entrenados del castro madurismo, conozca al extenso generalato y al cada vez menos importante directorio civil de un Maduro que puede estar contra la pared, pero sigue ahí como los contrafuertes, arcos románicos y góticos, que apoyan, soportan las gruesas paredes y éstas los soportan a ellos.
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Que se percate en las instalaciones de la Asamblea Nacional que ese día quizás no estén rodeadas por uniformados, aunque sólo sea para disimular, muy probable estén cercadas por masas rojas fanatizadas para tratar de demostrarle que el régimen es popular, ¿acaso Augusto Pinochet no era popular en Santiago, Valdivia, Viña del Mar, Concepción y así hasta Puerto Montt?
Allende no gobernó por la fuerza, cometió graves errores -empezando por la larga y fastidiosa estadía de aquél Fidel Castro todavía en plena forma-. Los chilenos lo dejaron y aguantaron, hasta que los militares decidieron era suficiente. En Venezuela los uniformados no han encontrado excusas a veinte años luz de los tiempos democráticos, siguen teniendo líderes muertos y vivos, continúan pretextando su disciplina, espíritu de cuerpo y mantienen vigilantes mientras colectivos se adueñan de barrios, guerrilleros del narcotráfico colombiano y venezolano campean no sólo en las fronteras sino Guayana adentro.
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Seamos francos con la señora Bachelet, aunque debe saberlo. El régimen venezolano es una tiranía diferente, reprime, aplasta, encarcela, tortura, desaparece a sus presos hasta por olvido, pero da la cara hablando de beneficios para el pueblo, miles de vivienda por extensión de unos pocos, billones de bolívares para alardear gastos populares, aunque asfixien y aten a los bancos. Manipulaciones embusteras de un imaginario país-potencia, delirios que cada día menos deslumbrados atienden (en realidad es como escuchar música de fondo, no se enteran de nada, sólo están), pero el pueblo, en “democracia”, con el librito azul siempre violado, pero listo para ser mostrado. Lo disparejo es que Maduro, a diferencia de Pinochet, no usa lentes oscuros, a contradicción del chileno y Raúl Castro no usa uniforme militar, a semejanza de Mao y Stalin se viste con ropa que cubre hasta el cuello los engorrosos chalecos antibalas.
Es lo que viene a conocer personalmente la señora Bachelet. Una tiranía engalanada que vende a escondidas el oro de reserva porque ni siquiera petróleo produce, con lo que logra fundir y vender va estirando la arruga hasta llegar al remate de algún acuerdo en negociaciones con impunidades que permita a los opresores, arbitrarios, abusadores soñar retiros dignos y a la oposición regresos complacientes y por ello vergonzosos.