(A Todo Momento) — “Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. Ese es el mantra con el que el presidente interino de la República, Juan Guaidó, irrumpió en enero pasado y lanzó el pulso más duro al Ejecutivo. Hoy, apenas queda rastro de la ilusión que insufló en las calles y la oposición vuelve a mostrar fracturas.
Todo comenzó casi por sorpresa el 23 de enero. Entonces, y con el apoyo latente de la comunidad internacional, tomó una decisión arriesgada: desconocer el mandato de Nicolás Maduro y, con una interpretación de la Constitución que contó con el respaldo de numerosos expertos, juró ante una multitud el cargo de presidente interino.
Un estallido controlado
Desde ese mismo día y con una agenda ambiciosa de protestas despertó la ilusión de los venezolanos, aletargados desde hacía varios años. “Esta es la ocasión, no hay otra, esta es la esperanza, si no es ahora, creo que no va a ser nunca”, dijo entonces a Efe Luz Marina Acosta, una simpatizante de la oposición.
Sin embargo, poco a poco y tras una represión que, según varias ONG, causó la muerte a 35 personas, las manifestaciones fueron saliendo del panorama político venezolano hasta que se desinflaron casi por completo.
Una corta luna de miel
Comenzó entonces lo que el analista Luis Vicente León califica como una “luna de miel”, un período de varios meses que generó el manido efecto Guaidó. El líder opositor llegó a ser reconocido en ese momento por más de medio centenar de países como presidente interino y legítimo de Venezuela.
Se generó una expectativa de cambio que, según dijo León a Efe, estuvo sobredimensionada por parte de la población que se sentía con un gran vacío de liderazgo que Guaidó llenó.
Fueron semanas de manifestaciones constantes que poco a poco iban perdiendo densidad hasta que quedaron reducidas a algo meramente simbólico en este mes de noviembre, cuando intentó dar una segunda vida a las protestas en las calles.
Intento fallido
Noviembre ha sido la fecha marcada en rojo por Guaidó en el calendario para retomar impulso. Desde el día 16 esperaba que la gente volviera a las calles, un intento fallido con el que no ha sido capaz de volver a motivar como a comienzos de año.
Según León, que cita encuestas elaboradas por la empresa Datanalisis, Guaidó cuenta hoy con un índice de aprobación que roza 40%, alto pero lejos del 60% de sus mejores momentos.
Sin embargo, el mayor daño está en lo que la consulta mide como esperanza de cambio.
“En enero, más del 60% de los venezolanos creía que la oposición podía sacar al gobierno de Nicolás Maduro en los siguientes 3 meses. Hoy solo 20% lo cree”, indica.
El riesgo latente
Además, la falta de respuesta en las calles no solo se debe al desgaste provocado por ese primer impulso sino también al riesgo que supone para los venezolanos salir a las protestar.
Quienes asisten a las manifestaciones corren el riesgo de morir, como ha sucedido a lo largo del año, pero también de que sus vecinos los denuncien y pierdan sus bonos o quedarse al margen del reparto de alimentos del Comité Local de Abastecimiento y Producción, gestionado por el régimen de Maduro.
“Es muy simple, una participación activa de calle en un país donde participar representa un riesgo es una adecuación de costo-beneficio”, asegura.
Un outsider para unirlos a todos
Si algo define a la oposición venezolana es su carácter heterogéneo, ya que está conformada por políticos que van desde el chavismo disidente hasta la derecha más escorada.
Guaidó salió como un outsider capaz de unirlos a todos aunque es militante de Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López. Sin embargo, era visto por la sociedad como un hombre ajeno a la política tradicional venezolana, moderado y de formas suaves.
Se generó entonces un líder capaz de unir a una oposición multicéfala que olvidó sus diferencias y se centró en apoyar a Guaidó más allá de los egos.
Sin embargo, el descenso de su imagen en la sociedad ha comenzado a generar fracturas.
Capriles vs Guaidó
El histórico líder opositor Henrique Capriles, cuyo partido Primero Justicia se ha volcado a apoyar a Guaidó, ha abierto fuego contra el gran protagonista del año esta semana.
“Está llegando el momento de hacer balance. Se va a terminar el año 2019 y, ¿cuál es la política? En política no hay cheque en blanco, yo no le firmé un cheque en blanco a nadie”, dijo Capriles este martes en su programa transmitido por las redes sociales.
Pese a que no le mencionó directamente, sí repitió el eslogan que más ha repetido Guaidó: “Vamos bien”, una evidencia más de las fracturas dentro de la oposición.
“Está terminando 2019, ¿va a decirle a alguien que el país va bien o que la política va bien? Yo creo que cada día el país se aleja más de la política porque siente que no hay repuesta, siente que… todo es discurso bla, bla, bla y no pasa nada”, afirmó.
A sus observaciones se ha sumado con más moderación otro de los grandes rostros de la oposición que muestra fracturas, la conservadora María Corina Machado, que ha criticado la decisión de Guaidó de destituir a su embajador en Bogotá, Humberto Calderón Berti.
Machado ha asegurado que es muy lamentable lo que ha ocurrido, tanto en el fondo como en la forma.
Es evidente que el empeoramiento de la imagen de Guaidó ha generado estas fracturas con los viejos líderes tratando de ocupar su hueco.
Venezuela, un país extremadamente difícil de predecir, será el escenario en 2020 en que Guaidó intentará mantener su liderazgo y hacer de él una herramienta de cambio o se perpetuará una situación de excepción.
EFE