(A Todo Momento – Diario las Américas) — Tal como lo dice su nombre, San Mateo le pertenece al mar, y éste regresó para reclamar lo suyo; las lluvias que no paran desde hace una semana elevaron el nivel de la Laguna Quirio, que se conecta hacia el sur con el Océano Pacífico, y las aguas invadieron calles y casas.
Las fosas sépticas reventaron y las aguas negras se mezclan con las de la laguna, que es la fuente de alimentación de esta comunidad indígena pesquera en el sureño estado mexicano de Oaxaca. El cementerio del pueblo está totalmente anegado.
San Mateo del Mar es un municipio ikoot, etnia mejor conocida como huave, y se localiza en una estrecha franja de tierra que separa una laguna interior llamada Mar Tileme, al norte, del Golfo de Tehuantepec, en el Pacífico.
Colinda con Santa María del Mar, perteneciente al municipio de Juchitán. Hoy, ambas comunidades sufren la inundación de sus casas, o de lo que quedó de ellas tras el terremoto del pasado 7 de septiembre, que castigó con dureza a Oaxaca.
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Los habitantes de San Mateo ven con preocupación que el agua no desciende y, por el contrario, sigue avanzando por calles y callejones, saliendo de los pisos arenosos y de los escombros, hundiendo lentamente las casas sacudidas por el sismo sin importar que sean de concreto y tabique o solo de adobe con techos de palma.
Benito Padrón, un líder pesquero radicado desde hace más de 35 años en este lugar, aseguró a Efe que los pescadores están muy preocupados y temen por lo que pueda ocurrir más adelante.
“El mar avanzó más de 150 metros. Ya inundó muchas casas, se reventaron las fosas sépticas y muchas sepulturas están de lado en medio del agua. Ya no tenemos playa y el camarón está todo contaminado; ahora es un peligro consumirlo”, dice mientras observa que el agua ya comienza a entrar a su vivienda, en el norte del poblado.
“Todo es agua; si sigue lloviendo no sabemos qué puede pasar”, añade.
A su vez, el pescador Mariano San Martín, originario de Santa Cruz, cuestiona molesto por qué la gente tiene miedo del agua que se mete a sus casas. “¿Qué no saben que siempre ha sido así?”, dice.
“Por eso los zapotecas nos pusieron huaves, que quiere decir ‘lodo podrido’. Siempre hemos vivido en el lodo, en el agua”, asegura San Martín a Efe, aunque Padrón dice que no recuerda una situación similar en más de 20 años.
Aquí más de 50 viviendas fueron anegadas por la depresión tropical que afecta al Istmo de Tehuantepec. Unas casas con apenas 20 centímetros de agua pero otras por arriba del metro. Las escasas pertenencias que se salvaron del terremoto ahora flotan sobre el agua: ropa, enseres domésticos, algunos muebles.
Ana María Sánchez Monroy lamenta que a pesar de estar en medio de la lluvia la gente no quiere irse a los albergues. “Tienen miedo de que les roben sus cosas, duermen en las calles o dentro de sus casas entre el agua sucia, en catres, caminan y cocinan en medio del agua, dicen que pronto va bajar el nivel”, refiere.