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Villa Rosa y Venezuela por Fernando Luis Egaña

(Redacción A Todo Momento) El intenso cacerolazo y las expresiones de rechazo hacia el señor Maduro, en la localidad margariteña de Villa Rosa, lejos de constituir una excepción, son la expresión generalizada del sentimiento popular. Por eso han tenido tanta resonancia y tanto apoyo social. Pero vamos por partes.

Maduro, al igual que su predecesor desde comienzos del siglo XXI, no asiste a ningún evento público que no esté bajo el estricto control de la Casa Militar y la supervisión del PSUV y otras instancias oficiales. Y ello, precisamente, para evitar cualquier tipo de manifestación espontánea de carácter crítico. Por lo demás, tal patrón era típico de los regímenes del llamado “socialismo real”.

Y tal patrón, así mismo, se coloca a contracorriente de la tradición democrática venezolana, en la que los jefes de Estado asistían a los más diversos eventos de la sociedad civil, del sector privado, de los organismos sindicales o vecinales, exponiéndose y, muchas veces, recibiendo muestras de desaprobación. Pero de eso de trata la democracia.

Incluso, en varias ocasiones los presidentes asistían a los aniversarios de los partidos políticos de oposición, en los cuales no encontraban caras muy amables que digamos. Todo eso se acabó con el predecesor y ni hablar del sucesor. Los voceros oficialistas alegan que Maduro metió la pata porque se salió de la coreografía organizada por sus partidarios. Ese alegato, por si mismo, lo confiesa todo.

Cuando un presidente no puede interactuar libremente con el pueblo, sino que necesita de guardias pretorianas y de barras entrenadas, entonces eso significa que el rechazo que suscita es de marca mayor. Tal cual la situación de Maduro y las principales figuras de la hegemonía, encerrados en burbujas de máxima seguridad pero con dispositivos de proyección mediática, para crear la impresión de que están en la calle.

En la calle no están, por lo menos en la calle cotidiana, agobiada e indignada por la grave crisis que padece Venezuela, cuya causa principal está, sin duda, en la hegemonía despótica y depredadora que Maduro representa. Y ni se les ocurre estar, porque saben que la actitud valiente de los moradores de Villa Rosa no es una excepción margariteña, sino la manifestación ardorosa de la realidad venezolana.