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Venezuela, entre decepción y miseria a punto de explosión

Foto: Raúl Romero

(Redacción A Todo Momento) — La Venezuela de finales de 2017 está inmersa en una feroz hiperinflación que diluye los salarios, una rampante inseguridad y un vacío de dirigencia política capaz de ofrecer a los ciudadanos un camino para salir del sufrimiento en el que se encuentran. Los salarios de miseria han provocado hambruna y enfermedad, la resistencia del venezolano se agota y la decepción hacia la dirigencia crece.

El mes de diciembre en la patria de Bolívar solían ser felices: hallacas, regalos, viajes y eventos eran la norma hace un lustro. Tanto chavistas como opositores encontraban en la Navidad horas de gratitud, descanso y reencuentro con amigos y familiares.

Esos tiempos se acabaron, hoy impera la supervivencia. No se puede hablar de prosperidad en un país donde los niños en vez de recibir regalos, buscan en la basura algo con que calmar su hambre.

Entre la vida y la muerte

Conseguir comida y medicinas es lo más importante para un venezolano promedio en estas fiestas decembrinas. No importa la ideología que tengas, tampoco importa si recibes 500 mil bolívares por medio del carnet de la patria; eso no te va a alcanzar para nada en un país donde un cartón de huevos llega a los Bs. 200 mil.

Sin diferencias que valgan, los venezolanos tienen la misma tarea: sobrevivir a la más salvaje crisis económica de toda la historia republicana del país. 

Sin más ayuda que la divina (y la que algunos reciben de sus familiares en el exterior), los ciudadanos no cuentan con líderes políticos que puedan ofrecerles más allá de falsas promesas.

Decepción política

Otra de las características de la realidad venezolana actualmente es la orfandad política.

Quienes se consideran opositores se ven inmersos en la más grande frustración. Un bloque opositor que a principios de año se encontraba unido, convocando a los ciudadanos a las calles para exigir derechos y garantías constitucionales, defendiendo la integridad de una Asamblea Nacional conquistada a pesar de todas las trabas que impone el Consejo Nacional Electoral.

Sin embargo, las promesas terminaron en decepción: No hubo cambio de Gobierno. El chavismo, a pesar de las fracturas internas que provocaron los meses de protestas, se consolidó con una ilegal asamblea nacional constituyente. Actualmente la dirigencia rechaza tomar las calles nuevamente y apuesta por una negociación en República Dominicana. El régimen de Nicolás Maduro también le apuesta al diálogo ya que el único resultado que puede salir de allí es su permanencia en el poder.

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Por otro lado, a los electores chavistas le vendieron la idea de que la ANC sería la solución a todos sus problemas. El órgano plenipotenciario apuntaba a destruir a sus oponentes políticos, como la fiscal Luisa Ortega Díaz, para de esa forma “asegurar la paz” y luego proceder a solucionar la crisis económica.

Como sabemos, el chavismo solo ofrece controles y más controles. A pesar de todas las leyes y resoluciones para imponer un precio máximo, esto solo ha llevado a la miseria. A finales del año 2015, el entonces vicepresidente Jorge Arreaza fijó el cartón de huevos a 420 bolívares; la diferencia entre ese valor y el actual es descomunal, a tan solo dos años de dicha fijación.

Llegó el mes de diciembre, se acabaron las protestas en el país y Maduro sigue en el poder. Pero la crisis no terminó, tal parece que la “guerra económica” sirve como excusa eterna para todo lo que el Gobierno no solucione. Para algunos camaradas, ya eso no es una excusa para los desmedidos precios en los anaqueles.

Negación de la realidad

Para el oficialismo, la solución a todos los males son los controles y el aumento del salario. Cuando no se pueden dar el lujo de imprimir dinero inorgánico, se inventan bonos como los entregados por el carnet de la patria.

“Atención pues, tomemos notas de los anuncios que traigo, llegan los anuncios de protección socioeconómica de nuestro pueblo”, informó Maduro el pasado mes de noviembre. Cuatro millones de hogares recibieron 500 mil bolívares “para rematar un año de batallas”.

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A la fecha de esta redacción, un huevo cuesta en la calle 10 mil bolívares. El kilo del pernil se puede conseguir en los mercados hasta en 2 millones. Una botella de ponche crema ronda los 500 mil bolívares. Un pantalón de baja calidad supera el millón.

No habrá Navidades felices este 2017, solo decepción y miseria. ¿Cuánto más podrá soportar el venezolano?